Capítulo 5 𖤐

817 70 31
                                    

—Oh, vamos, Rubén, ¿Puedes dejarlo ya? Lo estás asustando

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Oh, vamos, Rubén, ¿Puedes dejarlo ya? Lo estás asustando.

Escuché la voz de Miguel y lo divisé a un lado de todo el escándalo, estaba rodeado por un par de adolescentes mirones, mientras Rubén y todos sus amigos continuaban riendose, seguro de mi rostro asustado. Javier era alto, muy alto, y cuando tomó mi brazo no pude evitar gemir de dolor, y no porque doliera en sí, sino porque no quería que me tocara, me sentía de nuevo el estúpido omega que se dejaba llevar por todo.

—Vamos, Andrés, no te resistas, no quieres que use la voz y te veamos mearte en los pantalones, ¿No? Javier entra en celo muy, muy pronto, puedes servirle bien, además según las revistas bien sabes servir hasta a millonarios, ¿No? —. Mi mirada bajó por la gran cantidad de personas que nos rodeaban, incluso ahora sabía porque Miguel no se acercaba, dos amigos de Rubén lo tenían bien sujetado de los brazos, impidiéndole avanzar, ¿Quién más abogaría por mí? Incluso los profesores se alejaban de escenas como esta, nadie se mete con un alfa cazando a un omega, yo era el omega, Javier era el alfa y su mirada era el perfecto método para hacerme doblegar.

—Rubén ¡Basta! —. La voz de Miguel ya parecía algo distante, la mirada de Javier ya me estaba consumiendo, sentía mi cabeza doler, era yo contra mi omega, tratando de la forma que sea no doblegarme ante aquella mirada, E incluso cuando el brazo de Javier rodeó mi cuerpo, lo sentí quemar, no de la buena forma, aquel contacto me repugnaba tanto, pero ya era tarde, mis pies se estaban moviendo para cuando quise decir o hacer algo. Él ganó, el alfa siempre obtiene lo que quiere, porque eso es lo que soy, una cosa que sirve para aliviarlos, ni siquiera una cosa que deseen mantener a su lado.

Caminamos a paso tranquilo hasta donde los alfas esos tenían sus autos, suspiré, mis pies se movían por inercia propia mientras mi mente se llenaba de imagenes del único alfa con el que quizás aceptaría subirme a su auto, y de hecho, me había subido a su auto sin chistar aquella noche, ¿Cómo estaría Ari? Bueno, era rico, ¿No? Seguro se alimentaba bien, dormía bien, y tenía una vida de sueños.

Si lo pensaba con la cabeza un poco más fría, cuando me estaba acercando a vivir una de las cosas más desagradables de ser la parte más baja del régimen genético, debí de haberme imaginado que algo así pasaría, quizás habría evitado esto si hubiera traído puesta la ropa donde aún tenía algo impregnado del fuerte olor de Ari, no solo para protegerme, sino también porque lo extrañaba, y sinceramente sonará enfermizo no haber lavado ese conjunto de ropa solo para mantener su olor, pero era lo único que me quedaba de él.

Cuando ya estabamos a nada de subirnos a uno de los coches, escuché un auto viniendo a velocidad y luego un hermoso Ferrari negro ya conocido para mis ojos se estacionó rozando el parachoques del coche donde supuestamente iba a entrar. Mi corazón se detuvo y después lo sentí palpitar con fuerza, incluso mi omega estaba aullando de felicidad, si es que eso era posible. Ari, era mi Ari.

Bueno, solo Ari.

Él bajó del auto cerrando la puerta con un fuerte golpe y se paró justo frente a nosotros, sentí su enojo, el fuerte olor que desprendía estaba seguro de que nos asustó a muchos, Ari estaba más que enojado, parecía colerico y la mueca en su rostro solo confirmaba más mi teoría.

The perfect omega (Spartor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora