En el desierto

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A través del desierto con el sol envolvente siguiéndome hacia donde quiera que voy... no hay resguardo ni descanso de él.

La desesperación es abrumadora y la esperanza se aleja de mi, hacia donde quiera que observé, sólo hay kilómetros y kilómetros de arena.

Siento como mis piernas se vuelven más pesadas a cada paso que doy, y como mi piel se quema a tal grado que parece que se desprende de mi carne, mis labios resecos, agrietados y con llagas agonizan con el choque del viento, pronto llegará mi final... eso es lo que me he dicho durante años vagando sobre las interminables dunas de arena, pero el final solo parece aún más lejano.

Podría tirarme sobre la arena durante días, semanas, meses o años mirando fijamente al sol, y aún así no terminaría mi martirio, solo haría que mi agonía y dolor fueran más intensos, que mi mente enloqueciera y se fragmentara en cientos o miles de pensamientos que desembocarian en la decadencia de la misma.

Seguiré caminando condenado a transitar sobre este desierto, vislumbrando espejismos efímeros que sirven como placebos para el regocijo de mi mente ante la decadencia de mi ser, disfrutando en cada una de ellas, de los entes que las acompañan, que aparecen y desaparecen aleatoriamente dejando un sinsabor que perdura en el tiempo, aunque unos más que otros.

Seguiré caminando hasta el final de mi tiempo, hasta el final de mis días, con la única esperanza, de que mi deceso llegue pronto.

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