Amada mía

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Desperté en la madrugada y ella estaba de pie en frente de mí viéndome con una tierna mirada, ella había muerto hace unos meses atrás, yo mismo la enterré frente a todos. Me sonrió e inmediatamente su carne empezó a desprenderse de su rostro y a caer al suelo, su vestido blanco tomo un color amarillento y en algunas partes negro y viscoso, algunas lágrimas caían al suelo junto con trozos de su rostro que empezó a tornarse putrefacto, cientos de  pequeñas lombrices emanaban de cada orificio que se creaba luego de que su carne se fragmentará y se desprendiera de su cuerpo, un olor nauseabundo inundó el cuarto. Estaba perplejo ante esa visión macabra de su figura descomponiéndose frente a mi, pensé que todo esto que veía solo se trataba de un mal sueño e intente despertar como lo haria de una pesadilla cualquiera. Me pellizqué bruscamente pero el dolor se hizo presente de inmediato, grite a todo pulmón sin hacer ningún esfuerzo y por último,
cerré los ojos con fuerza por unos segundos y volví a abrirlos, pero aún así  ella seguia allí viéndome fijamente y sonriendo, por lo que lo que ahora veía no se trataba de ningún macabro sueño. Su carne seguía desprendiéndose rápidamente, su vestido cayó al suelo dejándola al descubierto, los huesos empezaron a ser visibles por todo su cuerpo, su pecho y su abdomen estaban vacíos carentes de cualquier órgano. Su rostro ahora  gesticulaba como quien habla pero ningún sonido salía de su boca, después de unos segundos su rostro se paralizó dejando una mueca terrorífica en su expresión, intento subir sus manos hasta su pecho pero al igual que con su rostro sus brazos también quedaron paralizados dejando sus manos a la altura de su abdomen. Su mirada ahora demostraba horror y pánico. Mis lágrimas empezaron a rodar sobre mis mejillas, abriéndose paso por mi barba y finalmente cayendo en la frazada de mi cama, entendí que ella aún no sabía que había muerto, y que estaba allí asustada por qué no sabía lo que le estaba sucediendo. Con terror aún en mi rostro y miedo en mis ojos, debía hacer algo para que la mujer que aún amaba entendiese que ya no pertenecía a este plano existencial. Empecé a recordar todos nuestros buenos momentos, su sonrisa y sus carcajadas, sus manos y sus caricias, su dulce voz, su tierna mirada, su cabello rojizo ondulado, su amor por la vida. Lejos de sentir miedo ahora solo me inundaba un sentimiento de melancolía y de tristeza, mientras los segundos pasaban, su cuerpo se desmoronaba y solo iban quedando más huesos al descubierto. Me acerque y tome sus esqueléticas manos, ella seguia mirándome fijamente pero al sentirme sus ojos ya no parecían tan atormentados por el miedo, la mire a los ojos mientras sonreia. - Fuiste y serás la mujer que más he amado en mi vida, y aunque el destino nos habrá de separar por un tiempo, en mi recuerdo siempre vivirás hasta que nos reunamos allí a donde vayas. Y te prometo que mientras eso suceda, te iré a visitar todos los días, así como tú viniste hoy a verme a mi. Mientras decía esas palabras, su última mirada reflejo paz, sus ojos empezaron a perder brillo y se iban contrayendo, su cuerpo casi completamente esquelético se inclino hacia atrás y al soltar sus manos, cayó hacia el suelo volviéndose polvo casi al instante. Me quedé sentado en mi cama mirando fijamente al suelo de mi cuarto, con la mente totalmente en blanco, sin ningún sentimiento ni sensación, sabiendo que no fue ningún sueño. De repente con la luz del sol colándose por mi ventana, rompí en llanto mientras recordaba el día de su muerte. Falleció en la madrugada mientras dormida debido a una falla fulminante en su corazón, y fue con la luz del día que me di cuenta que estaba muerta a mi lado. Hasta el día de hoy pensaba que por haber muerto así, se habia ido en paz y sin dolor, pero al parecer jamás estuvo consiente de su muerte hasta este día.

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