A veces nuestras malas rachas duran un poco más de lo que deberían, pero como dice un viejo refrán: No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Y entonces también nos cansamos, nos cansamos de esperar a que las cosas cambien por si solas, de esperar que regrese quién se fue, nos cansamos de sufrir por alguien que probablemente ya es feliz con alguien más, de vivir con nuestra vida hecha un desastre, y en lo particular, si hay algo que no me gusta es el desorden, principalmente aquellos del corazón.
Entonces levantamos la cabeza, cogemos un poco de coraje y nos damos cuenta de que algunas veces alguien nos rompe tanto que, en lugar de destruirnos, nos hace más fuertes.
