Silenciosa noche, noche de primavera, ventosa y fría como mi alma de invierno. Mí cuerpo tibio sale a tu encuentro, mí alma tiembla por despertar en tu aroma a lavanda y jazmín.
Noche alunadada de la realidad inmediata, de los sueños soñados décadas detrás del sol que nace sin saber que morirá.
Vida ambigua que escapa de mí y me deja a merced de la segura muerte, en ella me refugio cada noche, en su oscuro velo y en sus brillantes ojos, en su calma y también en su silencio.
Solo tú me clamas.
Solo tú me consuelas.
Cuando en tus brazos no existo solo siento.