And God knows, I'm not dying but I bleed now

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"Y mi sangre es todo lo que veo mientras me robas el alma

Las alarmas sonarán por la eternidad

Las olas romperán cada cadena en mí

Y Dios sabe que no estoy muriendo

Pero estoy sangrando ahora...

Con toda la sangre que perdí contigo

Ahogo el amor que creí conocer"

My blood de Ellie Goulding


El príncipe Lucerys junto a su dragón se escondieron por unos segundos entre unas montañas que formaban un hueco demasiado estrecho como para que Vhagar y Aemond pudieran seguirlos. El joven príncipe estaba demasiado desorientado debido a la tormenta que caía encima de él y su dragón, pero quedarse entre aquellas montañas no era una opción, debían regresar a casa, regresar con su madre, ahí nadie podría lastimarlos. Así que junto al pequeño Arrax, Lucerys salió de su escondite mientras rogaba no encontrarse con su tío Aemond, sin embargo, era demasiado difícil ubicar a sus perseguidores, pues a pesar del tamaño de Vhagar, las nubes de la tormenta estropeaban la visión de Arrax y aún más la del príncipe que solo se concentraba en no soltar las riendas de su dragón.

De un momento a otro Arrax voló demasiado cerca de Vhagar, quien tampoco pudo predecir su llegada, el pequeño dragón se sintió amenazado y aún más asustado debido a las emociones de su jinete que fluían dentro de él, entonces en un intento por proteger a su jinete, el pequeño dragón atacó lanzando fuego directamente a la cabeza de Vhagar. —¡No Arrax! ¡Obedeceme! —Lucerys calmó a su dragón para que desistiera de seguir atacando a la enorme dragona y dirigió al suyo por encima de la tormenta. —Aemond, déjame en paz, no quiero pelear —gritó Lucerys dentro de su mente y Aemond lo escuchó, fue capaz de hacerlo. Aemond en unos cuantos segundos pudo entenderlo todo, entendió el porqué de su obsesión con Lucerys, entendió que esa atracción bestial que sentía hacía su sobrino era motivada por algo más que el rencor, la voz de su sobrino retumbó dentro de su cabeza aún más fuerte que los mismos truenos y rugidos de Vhagar. Era él, por fin lo había encontrado.

—¡Vhagar, detente! ¡Sírveme! ¡Detente! —gritaba Aemond en alto valyrio, pero ya era demasiado tarde. Su dragona estaba demasiado molesta por el ataque que había recibido de Arrax, y Vhagar siendo una veterana de guerra no dejaría ir a ese pequeño dragón insolente. Aemond jalaba las riendas con todas sus fuerzas para que Vhagar los dejaras en paz, pero todo era inútil. En un ultimo intento desesperado por evitar que su dragona asesinara Lucerys, Aemond envió sus pensamientos al joven que había volado fuera de la tormenta.

—¡Lucerys vete! ¡Vhagar va hacia ustedes, lárgate! ¡Lucerys escúchame, por favor escúchame! —el joven castaño quedó estático junto a su dragón que pudo sentir el shock de su jinete, incluso su miedo por Vhagar que se acercaba a ellos quedó en el olvido. La mente de Lucerys sólo se concentró en la voz de Aemond, después de todo sus pensamientos fueron escuchados y respondidos. ¿Cómo era posible que él, justo él fuera esa persona? Aquel vinculo único y especial del que tanto se le había hablado.

Aemond, tú eres mi... —Lucerys ni siquiera tuvo tiempo de terminar ese simple pensamiento pues Vhagar ya había llegado a ellos. El joven jinete sólo pudo escuchar como Aemond le gritaba a su dragona que se detuviera, pero todo pasó demasiado rápido, sin embargo, por un pequeño instante Lucerys estuvo seguro que el dolor que sintió atravesar su pecho no era debido a los dientes de la bestia que lo mordían, sino que era por el vínculo que recién había descubierto que tenía con Aemond y que estaba llegando a su fin. Era el dolor de Aemond lo que Lucerys pudo sentir antes de que simplemente dejara de sentir, de escuchar, de ver, antes de que su vida se esfumara mientras el dolor de Aemond sólo se hacía más vivo e intenso.

Aemond sólo pudo ver como Arrax, que estaba partido en dos, caía al mar que se movía bestialmente debido a las olas que chocaban entre sí. No pudo ver a Lucerys, prácticamente ya no quedaba nada reconocible de su cuerpo. La presencia de la mente de Lucerys en la de Aemond ya no estaba, no importaba cuanto buscará dentro de ella, ya no podía sentir a Luke.

...

—Escúchame Aemond, cuando encuentres a tu vinculo podrás encontrar esa seguridad y estabilidad que tanto anhelas hijo mío —dijo Alicent a su segundo hijo quien en ese entonces tenía sólo quince años. —Sé que te duele ver que tus hermanos ya tienen a sus dragones y sus vínculos con ellos, tuvieron suerte, pero créeme tú un día también los tendrás. Tendrás un dragón que te lleve a cualquier lugar que desees, y tendrás a tu vinculo, a la otra mitad de tu alma que será más importante que cualquier lugar o cualquier cosa que puedas tener.

—Lo sé madre. Supongo que a diferencia de mis hermanos, yo tendré que buscarlos. Los voy a encontrar, encontraré a mi dragón y a mi vinculo, cuando los tenga nadie más se atreverá a burlarse de mi por estar incompleto —dijo a Aemond más para si mismo que para su madre. Aquel joven sólo quería probar que no había nada de malo con él y que era capaz de ser un jinete y tener un alma completa.

...

—Después de todo si hay algo malo conmigo... —dijo Aemond viendo como las olas del mar hundían lo que quedaba de Arrax y Lucerys. Sonrió ligeramente y se quitó el parché que cubría su ojo de zafiro. Apretó las riendas de Vhagar lo más fuerte que pudo y se alejó de aquel lugar donde su otra mitad acababa de morir.

La danza de los dragones empezó poco después de eso, pues cuando Rhaenyra se enteró de la muerte de su dulce hijo no dudo en iniciar la guerra. Ojo por ojo, hijo por hijo. Fue la descendencia de Haelena la que pagó por el crimen de su hermano. Al final, los Negros y lo Verdes estaban perdiendo muchos miembros de sus familias, aliados y dragones pero nada de eso le importó a Aemond. Él no participó en la danza de los dragones ya que tras asesinar a la otra mitad de su alma, decidió solo desaparecer junto a Vhagar. No tenía caso volver con su familia, con su madre y con su abuelo, ellos habían sentenciado a toda la familia en el momento en el que usurparon el trono y él, él solo apresuro el inicio de una guerra que tarde o temprano iba a pasar. Y aunque ir a la guerra a morir le pareció un adecuado final para él, eso significaba poner a Vhagar en pleno campo de batalla, y ahora que su dragona era lo único que tenía no quiso que la lastimaran.

Voló muy lejos del reino donde luego encontró algunas montañas que aún no estaban habitadas y decidió dejar a Vhagar ahí para que nadie pudiera usarla como un arma en la guerra, después regresó a DragonStone para por fin darle fin a su vida que ahora sin su vinculo y sin su dragón ya no tenía sentido. Se encontró con Daemon quien no dudo en llamar a Caraxes para terminar con aquel usurpador que había asesinado a uno de sus hijos.

—¿No vas a luchar? —preguntó Daemon.

—No.

—¿Era él, verdad? ¿Mi hijo era tu vinculo?

—No lo supe hasta el último momento, no pude detenerme.

—Así como yo tampoco lo haré. Dracarys... —el dragón de Daemon cubrió con fuego todo el cuerpo de Aemond quien no hizo nada por escapar. Daemon consideró dejarlo con vida, no habría mejor tortura para Aemond que vivir sin su vinculo y con la culpa de haberlo asesinado, pero el rey consorte jamás se habría perdonado haber dejado con vida a uno de los asesinos de sus hijos. 

Después de todo, Aemond nació como los demás, un ser incompleto en alma, pero a diferencia del resto que encontraron a su otra mitad durante su vida, Aemond sólo pudo estar completo hasta el día que murió porque sólo así podría estar con Lucerys.






Comentarios

Hola, ya han pasado un poco más de cuatro años desde que escribí y publiqué algo por aquí, por lo que si ven varias fallas en mi redacción me disculpo con ustedes de una vez jajaja

En fin, no hay más que quiera decir excepto que espero se hayan entretenido con este pequeño one-shot. Creo que es muy cliché pero me gustó como quedó así que decido compartirlo con ustedes. Espero subir otras pequeñas historias que se me han ocurrido en estos días y dejarlas por aquí. 

Antología LUCEMONDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora