Amor a la naranja

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Jacaerys estaba harto de los insultos de su ahora cuñado, Aemond. Estaba cansado de tener que soportar sus burlas y comentarios mal intencionados sobre si Harwin Strong era su verdadero padre. No podía entender como Lucerys estaba enamorado de él. Era cierto que Aemond ya no ofendía a su segundo hermano, pero las duras palabras que Jacaerys y Joffrey aun recibían, son las mismas que en algún momento fueron dedicadas a Lucerys.

Pero ya no más. El heredero de la Reina Rhaenyra iba a confesarse, reírse en la cara de ese ególatra y narcisista rubio, demostrarle que no sólo él era capaz de herir.

—Sólo para que lo sepas, fuimos Lucerys y yo quienes iniciamos el rumor sobre ti. —declaró el joven mientras se erguía orgulloso como un pavorreal al mostrar sus plumas.

—¿De qué rumor están hablando? —inquirió Aemond con un marcado tono de amenaza. —Lucerys, ¿De qué está hablando tu hermano?

El futuro señor de las mareas no pudo evitar más el tema. Sabía que su hermano mayor tenía razón en vengarse de Aemond. Su amor romántico por su tío no era lo suficientemente grande como para hacerlo olvidar todas las humillaciones que sufrió él y sus hermanos por parte del jinete de Vhagar hace unos años.

—Aemond, cariño, antes que nada lamento no habértelo dicho. Pero siendo sincero no me arrepiento, sabes muy bien que las acciones de tú familia y tuyas nos arruinaron por demás toda nuestra infancia, sin pensar en el dolor que mi madre tuvo que soportar. Queríamos vengarnos de ti y Sir Criston, eran los más molestos con nosotros, y siendo niños lo único que estaba a nuestro alcance era el poder de la palabra y lo usamos.

—¿De qué maldi...? —cerro su boca antes de que su ira hablara por él. Aemond estaba tratando de ser una nueva persona, un mejor hombre, pero sólo con Lucerys, claro. Sin embargo, su paciencia estaba agotándose, respiró hondo y volvió a preguntar sobre cuál era ese gran rumor, y cómo rayos Sir Criston también terminó involucrado. —Sólo dime de qué están hablando. No tengo la menor idea de que trata.

—No puede ser... —dijo Aegon intentando contener la risa. — ¿Ustedes iniciaron todo el escándalo de las naranjas?

—¡Qué! —­Aemond estaba por explotar.

—A pesar de que nuestra madre ya era reina, tú y Criston siguieron cuestionando y burlándose sobre nuestro origen. Así que, a raíz de que nuestra madre nos contara el pasado vergonzoso y rencoroso de Criston y las razones de su odio hacia nosotros, le dijimos a la servidumbre que en cada comida te dieran naranjas porque te recordaban al hombre del que estabas enamorado y de esa manera ya no estarías tan malhumorado ni los tratarías mal a todos ellos.

—¿Qué? ¿Es por eso que cada vez que les ordenaba algo ellos me daban una naranja? ¿Por culpa de ustedes los sirvientes bañaron a Vhagar en jugo de naranja? ¡Mi dragona estuvo estresada por todo un mes! ¿¡Y eso que tiene que ver con Sir Criston!?

Aegon, quien trataba de no caerse de la silla debido a su ataque de risa respiró hondo para calmarse. —Oh vamos Jace. Quítate la camisa y dile todo al imbécil de mi hermano...

El mayor jamás perdía la oportunidad de coquetear con su sobrino, si el violento de su hermano Aemond pudo "reformarse" y conseguir la mano del tierno Lucerys, él podía ser capaz de obtener el corazón de Jacaerys. Lo que no sabía era que el corazón del futuro rey de Poniente ya le pertenecía, razón por la que Jace pasó de tener una postura altanera ante Aemond, a sonrojarse y perder su don en la palabra por el comentario de Aegon.

—Mi amor, Sir Criston viene de una familia de agricultores, cultivan naranjas... —dijo Lucerys en un burdo intento por no reírse.

—¡No me digas "mi amor"! —protestó. —Ahora entiendo todo, ahora sé porque mamá envío a Criston con Daeron, porque Otto me regañaba cada vez que comía una naranja y porque el día que cumplí 15 años, Sir Criston se escapó de Antigua y en la noche me entregó una canasta llena de esas malditas frutas. —conjeturó Aemond.

Jacaerys estalló a carcajadas, sus manos estaban en su estómago intentado contener las risas que se acumulaban dentro de él. Aemond no lo pensó dos veces y se aventó hacia Jacaerys, lo tomó por su ropa y alzo su puño para pegarle directamente en la cara.

—¡No mi amor! Eso fue hace años, detente. —rogó Lucerys que trataba de alejar a su esposo de su hermano quien no dejaba de reír a pesar de las amenazas que estaba recibiendo.

—¡Aemond! Ya déjalo en paz. Yo también quiero mi historia de amor... —chilló Aegon.

—¡Bien, ya suéltenme, ya me calmé! —gritó Aemond liberándose del agarre de Lucerys.

—Hermano ya no te enojes... —pidió Helaena mientras entraba a la habitación. —Mira lo que te traje para que estés feliz.

La inocente Helaena sacó de un saco varias naranjas, grandes y de aspecto jugoso. Aemond sólo pudo ver reflejada la cara de Sir Criston en las cascaras y su furia se avivo una vez más y volvió a atacar a Jacaerys quien sabía que tal vez su vida estaba perdida, pero valía completamente la pena. 

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⏰ Última actualización: Mar 26 ⏰

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