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CRYSTAL NO SABÍA CON EXACTITUD en qué momento comenzó a experimentar esos intensos y ardientes deseos de escuchar a Edward Cullen hablar de cualquier cosa y poder observar estasiada esos ojos color caramelo ya no tan diferentes a los suyos propios. Pero lo deseaba. Y lo empezaba a desear tanto como ansiaba un reencuentro con Jane o su esperada libertad. Era un sentimiento tan aplastante que la atormentaba cada instante que pasaba en aquella familiar residencia. Durante su estancia habia comenzado a intimar con cada uno de los integrantes de su nueva familia, y eso también era algo que empezaba a llenarla de una insuperable dicha. Pero no todos los sentimientos eran positivos y es que si ella se ponía si quiera a plantearse la posibilidad de perder a algún integrante Cullen, un dolor fulminante e intenso invadía su pecho y cerraba su garganta como si fuese capaz de experimentar la axfisia en su interminable vida.
—No estoy del todo segura de que sea el estilo de Adoni, Rose.
Aquella despampanante inmortal fijo sus dorados y espectaculares ojos sobre ella. Hacía unos meses seguramente se habría encogido, pero había empezado a querer a esa mujer a niveles insospechados para ella, los Cullen en general era una familia espectacular y maravillosa.
—Lo importante es que me agrade a mi también— dijo Rose con mucha confianza.
Así que solo pude reírme tras sus ocurrencias, cada poro de ella desprendía seguridad y franqueza.
—Realmente siente locura por ti...—la mirada soñadora y nostálgica de Rosalie la conmovió y la animó a continuar—Pero a veces ni todo el amor del mundo es capaz de sanar un corazón roto...
El silencio nos rodeó, pero ambas encontraron un refugio invisible en la otra y un lazo de comprensión y empatía.
—Tienes toda la razón.
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Crystal observaba fascinada a Edward Cullen, no podía recordar en qué momento todo cambió, pero desde luego su exótica y joven amistad se había transformado poquito a poco en unos sentimientos de admiración y atracción que habían calado muy profundamente en ella.
