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SE PODIA DECIR QUE CRYSTAL ERA LIBRE. Después de milenios de servicio a los Vulturis, había finiquitado su deuda con ellos, ya no les debía nada y ahora podía abandonar Volterra. Ella lo ansiaba más que a nada.
Si bien Marco y Cayo no habían estado de acuerdo con su decisión, Aro la había apoyado, se podía decir que aquel hombre era como un padre para ella. Y la respetaba. Gracias a el, sus años de vida al servicio del clan habían sido bastante amenos. Aro la había salvado de una muerte agónica y ella no quería marcharse. Durante minutos lloró y suplicó por una oportunidad y como si de un ángel se tratase, él acudió a ella quitándole todo su dolor. Solo había paz, tranquilidad y cuando pensó que estaba cruzando el limbo para empezar una nueva vida, despertó como nueva. Despertó llena de vida y con otra oportunidad. Si hubiera podido llorar, lo habría hecho a moco tendida abrazada a su creador. Crystal adoraba a Aro, y Aro adoraba a Crystal.
—El maestro se pondrá muy triste con tu ida.
Esas palabras se le grabaron a fuego a la pequeña vampiresa. Jane era otro problema para ella. Era su gran compañía. Había disfrutado muchísimo de la compañía de la rubia vampiresa.
—Y yo también Jane, sobre todo teniendo que despedirme de ti, querida— le contesté. Sus almendrados y fríos ojos rojos me miraban suplicantes,— Sabes que puedes acompañarme. Aro te adora tanto como a mi, te dará la libertad.
Ella negó repetidas veces— No lo creo Crys. No puede prescindir de ambas, y lo sabes.
Yo suspiré pesadamente—Podríamos intentarlo.
Ella se acercó y cogió mis manos— Y tú puedes replantearte tu decisión, quédate conmigo. Hagamos nuestra vida aquí, en Volterra.
Yo le sostuve la mirada y con toda la tristeza me alejé de su toque— Te quiero muchísimo Jane, y no solo has sido la mejor amante, has sido la mejor amiga que haya podido tener— comencé mientras sacaba un pequeño obsequio que le había estado reservando,— Pero necesito hacer esto, no sé si volveré, o si seguiré lejos mucho tiempo, pero lo necesito y este nunca dejará de ser mi hogar— finalicé mientras le colocaba la pequeña cadena de oro blanco sobre su muñeca.
En cuanto la vi supe que debía regalársela. Era una fina cadena de oro blanco con pequeñas piedras de color granate decorándola. El diseño era muy sencillo, pero le pareció preciosa.
—Esto es para ti mi preciosa Jane.
Ella miró la cadena con una mueca de disgusto en su rostro— Te comprendo Crys. Y espero que seas muy feliz.— susurró antes de abrazarme.
