Parte 2: Caso 64224

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Después de mi último relato recibí algunos mensajes con preguntas muy interesantes,contestare un par en este; la noche de ayer hurgué en mi desván buscando un casoespecífico de hace algunos años, entre todas las cajas encontré la carpeta que tantobusque. "Caso 64224" había memorizado el número y el rostro de ella, pero permítanmedarles un poco de contexto primeramente.

Antes de residir en mi ciudad actual, la cual por privacidad no revelare, yo residí en laciudad de México, durante ese tiempo curse mi residencia medica en uno de los másfamosos hospitales mentales de la ciudad el Hospital Psiquiátrico Fray BernardinoÁlvarez. Muchos tienen la idea equivocada de lo que es un hospital mental debido a laspelículas y libros donde solamente pintan a la gente como un grupo de personas viviendobajo instintos animales. La realidad es muy diferente, las personas internadasnormalmente son completamente funcionales, aun sin medicación. Sin embargo tambiénexisten las personas enfermas que no pueden ser controladas, que inclusive bajo losefectos de Antipsicóticos o Neurolépticos, solo podemos sedarlas y hacerlas dormir, perosu mente está completamente destruida que no existe realmente una solución. Tal es elcaso 64224 y la pregunta que contestare es:

"¿Alguna vez has dudado tanto de tu mente que piensas que serás tu quien terminarainternada?"

Mucha gente confunde la Psicología con la Psiquiatría. Un psicólogo es aquella personaque trata los trastornos mentales, estos puede ser derivado de un trauma o muchos otrosfactores, ellos estudian por años para comprender el sentir y el pensar de las personas.Los Psiquiatras en cambio tratamos las enfermedades mentales, estudiamosprimeramente la escuela de medicina para después especializarnos en Psiquiatría, lasenfermedades mentales no siempre son derivadas de algún trauma o suceso, muchasveces simplemente aparecen, por herencia o simplemente al azar.

La última vez que mire a quien llamare Luciana, lo recuerdo casi como una fotografía, yoera una residente Psiquiatría en mi último año, fue la primera en quedarme sola con unpaciente sin algún médico adscrito que me estuviera supervisando debido a que era 20 denoviembre, un día festivo para los mexicanos. Luciana tenía casi treinta años internada enel hospital y durante ese tiempo no había dicho una sola palabra, los médicos a vecesbromeaban con eso, algunos genuinamente pensaban que era muda. Esa tarde yo entre asu habitación donde ella estaba recostada, tenía sus manos cruzadas sobre su pecho y sumirada fija en el techo, según su expediente el cual había leído varios días antes; era eso lonormalmente que hacia durante todo el día (Mismo expediente el cual ahora tengo en micasa ilegalmente). Por alguna razón yo me sentía completamente intrigada por ese caso,había leído su expediente completo en varias ocasiones, las notas de los demáspsiquiatras, su historia estaba casi vacía, no había datos relevantes, pero aun así estabacon la necesidad de saber más cada día. Había sido internada en diciembre de 1984, porpersonas quieres no se identificaron, el hospital había decidido recibirla al verla en unmuy mal estado.

"Luciana" ya era una persona mayor cuando yo era residente en ese lugar, a pesar de esoera una señora de una apariencia tranquila, no convivía, no hablaba, pero era funcional,tomaba su medicamento como se lo indicaban, tomaba su baño, seguía a las reglas, perohabía algo extraño en ella, esa mirada fija y triste que siempre salía de sus cuentasoculares. Esa tarde recostada en la cama de su habitación miraba el techo y yo me senté aun lado de ella. Había solamente una silla y una pequeña mesa en donde algunas vecescolocaban su alimento cuando no podía ir al comedor. Comencé a hablar con ella comoacostumbraban a hacerlo los demás médicos y enfermeras.

 -Hola – le dije, sin esperar ninguna respuesta a cambio.

-¿Cómo estas hoy? – Seguí – ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte hoy?

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