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Jisung suspiró por décima vez en esa media hora

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Jisung suspiró por décima vez en esa media hora. Hizo una mueca de disgusto y arrancó otro pétalo a la margarita que sostenía entre sus manos, mientras que en su mente le preguntaba «¿me quiere o no me quiere?», como si su vida dependiera de ello.

Sus gestos pasaban de un ceño fruncido a una sonrisa de alegría reprimida, hasta unos ojos acuosos. Con cada pétalo que desprendía, sentía que la bendita flor estaba jugando con sus sentimientos

«No me quiere...»

—Minho... ¡¿Por qué?! —sollozó, golpeando su cabeza de lleno en la mesa, sin delicadeza alguna.

Entre su llanto y sus mocos, repetía una y otra vez el nombre de su amado... que cada vez le parecía más imposible de alcanzar. Ese día incluso no pudo reunirse con él a almorzar y ya sentía que habían pasado mil años desde que lo vio por última vez.

—¡Hey! Hermano de otra madre —le dijo un chico pelinegro, que parecía intentar dormir cómodamente en el sofá de al lado, con una revista cubriéndole el rostro—. Él sigue rechazándote. Ya deberías de rendir...

—¡Nunca! —gritó reincorporándose, limpiándose los fluidos del rostro con la manga de su carísimo traje Ermenegildo Zegna—. ¡No Changbin! ¡Rendirse no es de hombres!

—Aquí va de nuevo...

El pelinegro se puso de pie, lanzando a un lado su revista de chismes y comenzó a imitar los movimientos dramáticos de su amigo. Y a repetir el discurso que ya se sabía de memoria.

—¡Hablamos del amor de mi vida! ¡Mi destinado y futuro padre de mis hijos! Sé que mi alma lo esperaba desde mi vida pasada. ¡Estamos atados por el hilo rojo del destino! No puedo rendirme cuando mi futuro esposo y tres gatitos están en juego. Además...

—Ya, ya, ya entendí, tranquilo Romeo -lo interrumpió dándole unas pequeñas palmaditas en la espalda.

—No, no entiendes... —le reclamó haciendo un puchero.

A esas alturas a Changbin todavía le impresionaba cómo Minho afectaba tanto emocionalmente a Jisung. Unos días lo veía reír como maniático y otras tenía que vigilarlo para que no se tirara del puente más cercano.

Y antes de que el castaño siguiera con sus lloriqueos o que Changbin comenzara a citar a Shakespeare (como acostumbraba hacer para describir la situación de su amigo). El teléfono de Jisung comenzó a sonar con insistencia.

—Habla J. One, ¿qué sucede?

Ni siquiera se fijó quién marcaba, pero al contestar la llamada, la sangre de Jisung se congeló.

La expresión de terror que se mostró inicialmente en su rostro rápidamente se transformó en un témpano de hielo.

Changbin tembló, sintió que su respiración se cortó por un momento. Conocía a la perfección la expresión que Jisung tenía. Algo andaba mal, muy mal... Y sabía que terminaría peor.

¡arréstame! | minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora