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Minho escupió la sangre acumulada en su boca

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Minho escupió la sangre acumulada en su boca. Tenía un ojo hinchado, su labio partido y un gran moretón en una de sus mejillas. Además, se sentía mareado por las drogas que le inyectaron para sedarlo.

«Hijos de puta pensó». Al mismo tiempo que miraba con infinito desprecio a los mafiosos que lo tenían amarrado de pies y manos a una silla de metal, y que parecían muy divertidos torturándolo.

Pero ni muerto iba a ceder ante sus amenazas.

—Tarde o temprano vas a darnos la información que queremos. Deja de hacerte el fuerte.

Minho debía ser precavido con todas sus acciones. En realidad, no se sentía del todo intimidado por J.Y. Park, ni por ninguno de sus perros falderos; había estado en situaciones similares anteriormente y sabía cómo actuar. Pero eso no quitaba el hecho de que ese grupo fuera el más peligroso de la ciudad y que doliera como el infierno los golpes en su rostro, los cortes en su estómago las quemaduras en todo su cuerpo que le habían hecho.

Park lo tomó con fuerza por los cabellos, haciéndolo emitir un leve jadeo de dolor.

Ver su sonrisa salida de un mal creepypasta, a escasos centímetros de su rostro, daba escalofríos.

—No te necesitamos entero para sernos útil, así que habla de una buena vez. Danos la clave para acceder a su sistema interno.

Con dificultad, pudo ver a la única chica del grupo de lunáticos, con un enorme chuchillo en sus manos y una gran sonrisa en el rostro. Pero, aunque sabía que no estaban jugando, no cedería, no pensaba vender a sus compañeros.

—Púdranse —respondió, escupiendo al rostro de J.Y. Park.

La sonrisa del criminal se desvaneció por completo, su expresión tan seca y sin emoción alguna, era todavía mucho peor.

—Adelante Jinni.

Antes de que la chica pudiera acercársele, un fuerte estruendo distrajo a todos.

A las afueras del abandonado edificio se empezaron a escuchar una gran cantidad de explosiones.

Park miró con desprecio a Minho, amordazándolo con un viejo paño para enseguida dirigirse a la salida del sótano, que con una simple seña de su mano indicó a los demás que lo siguieran.

—Jinni, quédate vigilando la puerta, pero no vayas a matarlo... todavía —le indicó a la chica—. Es en serio —le recalcó.

Bien, Minho no tenía idea de lo que sucedía a fuera, pero ahora tenía una excelente oportunidad de escaparse.

Debía pensar rápido, sin embargo, el efecto de lo que sea que fuese que le inyectaron estaba empezando, tenía unas horrendas náuseas y su mareo cada vez era peor. No, no podía ceder ante esos efectos y perder la consciencia, o sería su fin.

¡arréstame! | minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora