Capitulo 32

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"-Me das...asco te odio.- Agachó la mirada, y dejó caer el anillo de compromiso, al lado de Jorge."



Martina terminaba de recoger unos papeles del escritorio.

- Bueno... - dijo mirando el reloj. – aun tendré tiempo de cenar con Jorge. – sonrió, viendo que habían pasado tres horas y eran las nueve menos cuarto de la noche. Mónica se asomó por su despacho.

- Martina...

- ¿Si?

- Hay una chica... Estefania, creo, quiere verte.

- Ah... - Martina quedó pensativa. Stephie. – dile que puede pasar... - sonrió. - ¿Le habrá pasado algo a Jorge? – dijo preocupada.

Stephie apareció en su despacho.

- Hola, vida. – la saludó ella.

- Buenas noches. – sonrió Martina. – Dime... ¿ha pasado algo con Jorge?

- Oh, sí, eso quería contarte... - se sacó el móvil... - es... una pequeña cosa que quería mostrarte...

El volumen al tope. Le dio al play. Y le enseñó el vídeo a Martina. Ella quedó extrañada al principio. Las piernas le empezaron a temblar. Stephie no dejó de formar una sonrisa en su cara. Mientras veía la expresión de Martina. Viendo a Jorge. Viendola a ella misma. Follando. Y gemidos, y jadeos, y deseos entre ellos dos. Los ojos de Martina empezaron a humedecerse.

- No... - susurró. No sentía su cuerpo, pareció como si su alma hubiera volado y la hubiera abandonado. Una sensación de ira y de pura depresión la abrumaron. - ¡No! – masculló, aun sintiendo en su cabeza a Jorge disfrutando de Stephie, haciéndoselo, mientras gemía su nombre. Martina tiró el móvil contra la pared y se cubrió los ojos con las manos. Le ardían. De dolor, de pura ira, de todo en general.

- Es de apenas hace una hora. – sonrió Stephie. – espero que disfrutes de tu luna de miel. – se rió y se dirigió hacia la puerta. – Por el móvil, no te preocupes, ya me compraré otro... total, la tarjeta de memoria es la misma. Así lo tendré de recuerdo.

Martina se levantó. Las mejillas le ardían, las lagrimas caían por su cara. Le tiró un pote lleno de lápices y bolígrafos a Stephie.

- ¡Eres una pedazo de puta! ¡Sal! ¡Sal y no vuelvas! ¡Muérete! – le gritó. Stephie solo se divirtió más. Se volvió a acercar a ella. Con intención de vacilarla, quizás pegarle y todo si se le venía en cara.

- ¿Qué dices? ¿Una puta? – sonrió. – Quizás, pero bien que he disfrutado de tu querido y 'enamorado' Jorge. – fue a colocar una mano en el mentón de Martina.

- Saca tus manos de mí. – dijo ella. Stephie sintió como en su vientre, algo apretaba.

- Oh, nunca pensé que la mosquita muerta de Martina Stoessel fuera a llevar un arma encima. Me sorprendes.

- Quizás fuera la única idea buena que tuvo el hijo de puta de Jorge . Ahora vete si no quieres que te atraviese el cráneo con una bala, zorra. – Stephie tardó en quitarle las manos de encima. -¡Que te vayas! – cargó el revólver y apretó más la boquilla de la pistola contra su abdomen. Stephie al fin la dejó ir.

- Que te vaya bien. – hizo una señal con el brazo y desapareció por la puerta. Mientras que el mundo de Martina se derrumbaba en mil pedazos.



Martina entró a casa. Sin hacer ruido, cogió la maleta que horas antes había dejado. Sin coger nada más, allí llevaba un buen equipaje. La volvió a arrastrar hasta la salida. Deseó que Jorge no estuviera, o que simplemente no se enterara de que estaba allí. Pero las luces se encendieron. Y él apareció por el corredor, en frente de ella.

- Hola... - dijo él, esbozando una triste sonrisa. Martina no sonrió. No. Nunca. Le dolió mirarlo y las imágenes pasaron otra vez por su cabeza, como una jodida diapositiva. Ella solo abrió la puerta de entrada y se dispuso a salir.

- ¿Dónde vas? – Jorge bajó el peldaño que había en la entrada, justo con una pequeña alfombrilla. Cogió a Martina. Por el brazo.

- Ni te atrevas a tocarme. – masculló ella, girándose y mirándolo, de nuevo con los ojos en lágrimas. Entonces Jorge supo que lo sabía. Él la soltó, a duras penas. Su mundo también cayó, imaginándose lo peor. La estaba perdiendo. – Después de lo que has hecho, ni te atrevas, Jorge. – habló decidida, a pesar de que las lágrimas correteaban por sus mejillas, ardientes. Y Jorge, aun así, la encontró adorable. Era la mujer más preciosa del mundo.

- Martina... yo...

- Tu, ¡nada! – gritó negando. – Tu eres un gran cabrón. No sabes lo que duele... no lo sabes...

- Puedo explicarlo...

- ¡No hay nada que explicar! – gimoteó, dejando que más lágrimas mojaran su cara. – el vídeo lo dice todo.

- ¿Qué vídeo? – musitó Jorge.

- Stephie los grabó.

- Hija de puta...

- Si, hija de puta, pero si no fuera por ella apuesto a que no me enteraría, al menos no por ti.-Jorge intentó abrazarla. - No te acerques. Ni me hables, ni me sonrías. Ni me llames. Me voy. No me busques, olvídate de mí.

- No puedes pedirme eso. – Los ojos de Jorge se humedecieron, empezando a difuminar su vista, una fina capa de lágrimas también.

- Habértelo pensado antes.

- ¡Lo siento! – le pidió. - Martina, no me dejes, ¡mierda! Eres mi puta vida... te amo...

- ¡No! - Martina se enojó. – No me digas eso, no es cierto. Duele pensar que me engañaste, que todos esos te amo, te quiero, todos esos momentos fueron una farsa.

- No fueron ninguna farsa... mi vida... fueron ciertos... yo... he cometido un error... pero...

- Un error imperdonable. – dijo Martina cruzándose de brazos. – No quiero oir más, no quiero verte más, me voy.-Se giró, pero Jorge la cogió, abrazándola, contra su cuerpo. Martina intentó oponerse, forzando, pataleando, insultándolo. Con mala gana, no de broma. La broma se había acabado. Y dolía. Jorge pensó que a pesar de todas las guerras y batallas en las que había estado, nada nunca le había dolido más. Martina se rindió, llorando en su pecho.

- Te amo, mi niña... perdóname... - dijo abrazándola.

- Déjame, Jorge... - dijo cansada. Cansada de luchar con él. No podía, dolía demasiado. Un nudo la ahogaba, algo la quemaba por dentro. – No puedo más... - se mareaba, dios, no podía seguir con esto. – Suéltame... - le pidió. Jorge no hizo caso. – Por favor...-Él abrió los brazos. Martina resbaló por la puerta y se abrazó sola, escondiendo su cara. Empezó a llorar, fuerte, con... dolor. Jorge pensó que moría. Que él moría. No podía, no quería verla así, pero era por su culpa. Todo era por su culpa.

- Martina... – le frotó una pierna. Sus lagrimas también empezaron a rodar por los parpados. Pero no se avergonzó. – ¿No... podemos...?

- No. – sollozó Martina. – No... arreglaré nada... contigo... - lo miró por encima del brazo. Tiró los mocos hacia arriba. Y cuando se vió en condiciones de volverse a levantar, lo hizo. Parecía un zombie, no sabía muy bien lo que hacía, se dejaba llevar por sus sentimientos. Y ni dios quiera saber cuáles son sus sentimientos en este momento. Entonces lo dijo. Lo que más podía llegar a dolerle a Jorge. – Me das... asco. Te odio.-Agachó la mirada, y dejó caer el anillo de compromiso, al lado de Jorge. Él abrió los ojos. Se giró, cogiendo de nuevo su maleta, y se fue, cerrando la puerta detrás de ella. Jorge la dejó marchar. No había nada a hacer. La había perdido. 

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Protegeme 2 - Jortini (hot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora