2 ✣ Tractractractractrac...

45 5 13
                                    

  El tiempo jamás la tuvo en muy alta estima.

Las flechas del viejo reloj avanzaban sin piedad. Aleksandra sostenía el mismo papel de hacía media hora con la mirada perdida en algún punto vacío de su tablón improvisado. Recortes de periódicos, informes, y pequeñas notas pegadas a la pared, los unía un hilo de lana que no llevaba a ningún lado.

Era una fotografía lo que tenía entre manos, capturaba el rostro joven y risueño de una hermosa mujer. Se contaba la misma historia de siempre: «Era tan buena,  pura, tenía tanto que ofrecer al mundo. ¡No le haría daño ni a una mosca!». Sin embargo, cuando la vio por primera vez no le dio esa misma impresión. Portaba una expresión difícil de descifrar, en unas circunstancias... Unas circunstancias impropias de alguien libre de secretos. Su cabello cobrizo había perdido el brillo y el flequillo se le pegaba a la húmeda frente. Sus labios finos al rojo vivo contrastaban brutalmente el cuerpo pálido y tenso. Y aquellos ojos marrones en la imagen le evocaban sentimientos confusos, siempre pensó que debían ser verdes. «El aliento le debe oler a fresas», también pensaba, pero olía a carne cruda y sus ojos no eran más que dos agujeros profundos.

Hacía doce noches, a las tres de la madrugada, Irina había sido asesinada en la habitación 800 del Grand Grape Hotel. La hallaron sin ojos y con el rostro desollado. A los pocos días un hombre irrumpió en la comisaría local llevando la piel de la víctima como una mascarilla facial y se dio el caso por cerrado. Desde aquel momento no se había vuelto a hablar del tema más que en foros cuestionables de internet. Hallaron al culpable, y eso era suficiente.

Las flechas se posicionaron una tras otra sobre el número tres con un sonoro chasquido.

Tac.

Volteó hacía la puerta con las manos firmes en su Makarov de nueve milímetros. El silencio era tal, que solo se oía la delgada flecha marcando el ritmo de los segundos. Se hizo presente el latido del corazón expectante, pero no había nadie más en el lugar.

¿Por qué estaba ella allí? ¿No condenaron ya al culpable del crímen? Siempre lo hacen, los condenan y se olvidan. En vez de atar los cabos sueltos, se entierran bajo montañas de papel. Se lo quitan de encima y es un alivio para ellos, pero el subconsciente sigue alerta. Aunque pareciera que apenas tienen pensamientos propios detrás de esos ojos vacíos de interés. Si tan solo pudiera...

Un grito desgarrador estalló en el pasillo.

A dos puertas de su habitación, una mujer en uniforme de limpieza retrocedía con los ojos desorbitados y los dientes castañeteando.

Tractractractractrac...

Se acercó enseñando su placa de policía pero la mujer estaba fuera de sí como para darse cuenta de su presencia.

Echó un rápido vistazo al desencadenante de su reacción, el cuarto 804. Pudo observar el panorama completo a través de la puerta como si estuviera apreciando una pintura de René Magritte. Un hombre desnudo yacía boca abajo sobre una cama de sábanas blancas manchadas de rojo. Enseguida notó que no respiraba.

La testigo había chocado la espalda contra la pared, comenzaba a deslizarse hacía el suelo con el rostro escondido entre las palmas de sus manos.

—Señorita. ¿Cual es su nombre?

—Lena...

—Lena, cuénteme qué ha pasado.

—Yo... terminaba con mi turno.

—¿Conoce a aquel hombre?

Negó con la cabeza.

—¿Vió a alguien más?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 18, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

ghost ✣ lovekills .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora