Prólogo

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—¡DIOSES DE TODO! –

—¡DIOSES DE KARMALAND! –

Juan, el gran hechicero supremo de Tortillaland había quedado devastado por la pérdida de Rubí, por lo que se encontraba pidiendo a los dioses algo de su poder para traerle de vuelta.

Mientras tanto, en ese mismo momento, Rubius, el cura de Karmaland, se encontraba pidiendo a los dioses que ese maldito hechicero que se encontraba haciendo su castillo en aquella isla flotante que se había construido finalmente dejara a su mujer, esa tal Akira.

­—¡TE LO PIDO! –

—¡PORFAVOR! –

Los rayos caían alrededor de ambos creando una atmosfera de caos, locura y sobre todo, algo desconocido.

Diferentes realidades, diferentes mundos, un mismo propósito.

—LLEVAME CON AQUEL QUE ES EL AMOR DE MI VIDA –

Una ráfaga de luz los cegó por unos cuantos minutos haciendo que ninguno pudiera ver absolutamente nada de lo que los rodease volviéndose todo blanco.

Cerrar los ojos era su única opción.

Poco a poco aquella incandescente fluorescencia comenzó a disiparse, logrando que tanto el hechicero supremo como el cura pudieran abrir sus ojos.

—¿No fastidies? – se pudo escuchar.

—¿Quién poronga sos? –

Un Rubius proveniente de Karmaland 4, una realidad alternativa donde también se le conoce como "el bromas".

Un hechicero supremo de tortillaland 1, donde poco sabe de sus poderes y de donde vienen estos.

Un Vegetta de Karmaland 5, uno que estaba en el altar, a punto de decir que si a casarse con el que pensaba era su gran amor, lolito.

Y un Spreen de Tortillaland 2, quien poco y nada sabía que mierda estaba ocurriendo en esos momentos.

—No me jodas –

—Uis –

—¿Qué haces pelotudo? ¿Por qué no estoy en mi país? –

Spreen se notaba un tanto mareado, todo lo ocurrido hacía unos segundos había transcurrido demasiado rápido.

Aquel chico que tenía orejas de oso, cabello negro y unos filosos dientes se encontraban mirando profundamente y con molestia al que decía ser el "Hechicero Supremo".

¿Pero porque le hablaba como si lo conociera?

—¿Te conozco? – preguntó el chico de lentes.

—No te hagas el boludo, decime ya que hago acá –

—Doblas –

Mientras esos dos discutían por lo que estaba ocurriendo, Rubius sentía que estaba en un sueño.

¿Qué estaba pasando? ¿Y porque estaba Vegetta también en su sueño?

El otro oso se giró lentamente hasta dar con aquellos ojos amatista que tanto le encantaba mirar, esos que lo traían loco por mucho que no quisiera aceptarlo.

Ese que le hacía desear ser alguien no tan oscuro después de todo.

—Vegetita, te prometo que tengo una explicación muy buena para esto –

—Te escucho –

El ambiente se sentía pesado.

Estaban en un lugar que nadie conocía, un mundo extraño lleno de luces, y justo frente a un árbol gigante que emitía una gran cantidad de energía.

El cielo se sentía cercano, mientras que el oxígeno se percibía escaso en los pulmones de los presentes molestos y confundidos.

—¿Dónde estamos? –

Preguntó el de ojos amatistas mientras observaba el lugar donde se encontraban con mirada curiosa y un tanto emocionada.

—¿Quiénes son ustedes? – preguntó una voz a sus espaldas.

Los cuatro presentes se voltearon, encontrándose frente a ellos a una chica.

Sus ropajes eran tan especiales que los dejó un tanto confundidos, era una especie de armadura dorada que ninguno había visto jamás. Brillaba a la luz de aquel árbol haciéndola parecer casi una diosa.

—Nosotros, no sabemos cómo llegamos aquí, pero disculpa, ¿Dónde estamos? – preguntó Vegetta, el gran Samuel De Luque.

La chica, quien los apuntaba con su lanza también dorada, vio la confusión en los ojos de los cuatro recién llegados, haciendo que bajara su arma y se apoyase en ella para mirarlos con un dejo de recelo.

—Están en Valkiria –

Tanto Juan como Rubén se quedaron como si nada, puesto que ninguno de los dos había escuchado sobre aquel lugar.

Aunque claramente, eran los únicos dos.

—No me la contes, pensé que este lugar era un mito – dijo el oso negro mientras miraba a los demás.

Vegetta se veía igual de escéptico que Spreen, quien claramente no se creía que estuvieran en aquel mítico lugar del cual habían escuchado tantas veces.

—¿Y que es este lugar entonces? – preguntó Juan mirando al oso que no conocía pero que se le hacía un tanto familiar por alguna razón.

El de orejas negras cerró los ojos y tomó una larga bocanada de aire.

En su mente sabía que podría salir de ese lugar sin problemas, tenía las facultades para hacerlo, pero no sabía si Juan podría.

El mismo miedo que recorría el cuerpo de Samuel por la seguridad de Rubén.

—Es un mundo, donde si morimos, no podemos reaparecer – 

-- Valkiria // Rubegetta - SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora