Después de haberse topado por segunda vez con el enigmático sacerdote errante, Nicholas D. Wolfwood, una nueva amenaza conocida como las siete balas, formada por los peores y más buscados forajidos de todo Lost west, aparece para saldar cuentas con...
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En la calle principal de Dust City, conocida por ser uno de los puntos centrales de la economía en todo el oeste del planeta Gunsmoke, un grupo de pueblerinos mira sin pestañear el intento de robo al Banco estatal Zenil. Algunos, como el sheriff y su asistente, solo son parte de la audiencia, ya que la atracción principal es el hombre alto de gabardina roja y mirada impasible que apunta su arma en dirección a las puertas del gran edificio.
-No lo repetiré, Donkan: Dile a tus hombres que dejen ir a los rehenes. Prometo tomarlo en cuenta a la hora de presionar el gatillo. -advirtió el pistolero.
Ante tal situación, cañones de rifles y de otras armas se asomaron amenazantes desde algunas de las ventanas donde se encontraban apostados los secuaces del forajido ya mencionado.
-!ja...! El hombre con más valor en esta ciudad conoce mi nombre. Admito que es un poco halagador pero, veamos si solo es palabrería.
Avergonzado por las burlescas palabras de Donkan el sheriff agachó la mirada, permitiendo que el sombrero cubriera su aparente inutilidad frente a los demás. Mientras tanto, a una esquina del lugar, hacía su arribo el Cyber-old, transporte famoso por ser el único bus capaz de desplazarse sin tocar el suelo. Característica que lo convirtió en la mejor opción a la hora de transportar enfermos y gente mayor.
-Vaya, pero que viaje tan largo... Menos mal que ya terminó. Quedé tan relajado que hasta podría dejar de fumar. -Afirmó el hombre que, a modo de mochila, cargaba un enorme artefacto con curtido vendaje y forma de cruz.
A su vez, una agradable anciana que también había bajado del Cyber-old se mostraba muy agradecida con él.
-Muchas gracias señor Wolfwood. gracias a su masaje he podido recuperar la sensibilidad en las piernas. Ahora podré acompañar a mi nieta a nadar. Se lo agradezco de todo corazón.
-Descuide, señora. -Respondió Wolfwood mientras encendía un cigarro-. Escuche más a su médico y deje de consumir sal, la salud es lo más importante en estos días...
De repente, un grito amenazante se escuchó por todo el lugar.
-!Fuego!. -orden que fue sucedida por el serpenteante sonido de una lluvia de disparos.
Los rostros de los tiradores anhelaban la sangre del pistolero vestido de rojo, pero tendrían que esperar unos segundos para poder interpretar la borrosa imagen detrás de la cortina de polvo. Incluso Donkan, que sonreía con aparente seguridad, sintió algo inquietante en ese momento.
El viento ayudó a descubrir la verdad; agujeros de bala que formaban un círculo perfecto, y en su centro, la figura del hombre que sin ningún rasguño seguía apuntando su revolver en dirección al Banco.
