Oscuridad En Un Cuarto Blanco

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Velas, rosas y la música delicada de un violín inundaba la habitación que tenía presencia en colores blancos, rosas y podría jurar que también estaba lleno de colores naranja, haciendo una mezcla entre su formando un imagen defantasía.
Mientras tanto un aroma dulce emanaba del exterior de la habitación, ese mismo aroma embelezaba los sentidos . De alguna manera me hacían sentir emocionado. Era una noche de especial.

Era la noche en la que cenaría con Álef. Ordene preparan su platillo favorito, el vino que le gustaba, los pétalos de rosa blanca que le fascinaba y por último, un par de regalos que más tarde le entregaría. Todo planeado a la perfección.

Aún faltaban algunos minutos para que Álef llegara. Y mientras eso sucedía yo revisaba los últimos detalles, quería que todo fuese perfecto. Después de todo no siempre cumples tres años de una hermosa relación, con un hombre maravilloso.

La felicidad desbordaba dentro de mi ser y se me hacia notar con una torpe sonrisa que se negaba a abandonar mi rostro. Hubo un tiempo en el que incluso se me pudo haver señalado como un loco.

-Parece que estás muy feliz…

-Lo estoy.

Hablabá con una mujer que me ayudaba a la preparación de mi celebración .  Era casi la hora y la felicidad no podía esperará más, el tic tac del reloj hacía que mi corazón latiera con mayor fuerza, una especie de nerviosismo comenzó a invadirme, no era la primera vez que cenaría con Álef, sin embargo esta era inusualmente única y especial .

Me encontraba ya solo en la habitación, contando el tiempo preciso para que llegara, una especie de sensación parecida al nerviosismo me abrazó, se negaba a soltarme, pero hasta cierto punto era reconfortante.

El reloj marcaba  las 8:00 de la noche la hora perfecta para el romanticismo según mi percepción del romance. Caminaba de un lado a otro hasta que el sonido que esperé, por fin llegó a mis oídos. La puerta se había abierto y por ella entro Álef.

En su cuerpo tan perfecto reposaba por encima suyo un traje color negro, una corbata de relucientemente hermosa, como olvidarla color rojo, la cual hacía una exquisita combinación con sus ojos color gris, de los cuales siempre estuve enamorado, porque irradiaban luz, una luz tan brillante que cualquiera podría sucumbir ante esa mirada. Llevaba consigo un par de anillos los cuales quedaban a su mano un estilismo único, y su piel blanca hacía que todo aquel conjunto proviniera de un ser fantástico, un Dios quizá.

Dio pasos hacia donde yo me encontraba, lo miraba, él me miraba, y ambos sonreímos torpemente.
Tomé con delicadeza su mentón y lo guíe en dirección a mis labios, el sabor dulce de su beso, fue el calmante que me exigía a mi mismo.

-Luces fantástico. Eres demasiado lindo para mis ojos.

-Gracias. Quería verme bien para ti.

Dijo mientras lo guiaba a su asiento.

-Tú eres grandioso, me encantas ¿Quieres sentarte?

Me acerqué a él y delicadamente tomándolo de la cintura extendí su silla, el olor que emanaba de su cabello era como una droga para mí, necesitaba siempre más para poder estar tranquilo. Instintivamente me dirigí hacia su mano, y un beso de mi parte hizo que su piel comenzara a arder, sin embargo tuve control sobre la situación, porque quería, queríamos, que esta noche fuese tranquila, que comenzará tranquila para luego más tarde caer en las manos del amor ardiente que nos teníamos.

La cena transcurrió tranquila, romántica, una escena como la que se narra en las novelas, como si se tratase de una película, quizá eso era. Hablamos de muchas cosas, de los palenes que teníamos, de una que otra vivencia, de nuestras citas, y demás. Tomamos una copa y brindamos por la magia de esa velada.

Los Días sin SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora