Me rode a la derecha buscando ver que hacía mi hermanito en su teléfono pero él se levantó y se sentó lejos de mí.
—¿No tienes tareas que hacer?
Sebastian negó.
—Tú no hacías tarea así que yo tampoco la haré. Nunca la hice y no empezaré ahora. Tampoco tengo necesidad de hacerla, mis notas no serán altas pero me darán algún trabajo con ellas.
—No deberías hacerlo lo que hago. —indiqué neutro— Yo no he hecho nada bueno con mi vida. ¿Por qué crees que dependo de robar, engañar y timar?
Mi hermano dirigió su vista a la mia y nos observamos en silencio varios segundos.
—¿De verdad piensas así? —preguntó intrigado— En otro momento me hubieses dado una lista llena de maneras de robar.
—Tú no eres como yo. —dije serio y señalé un tatuaje en su brazo— ¿Recuerdas porque salimos de esa banda?
—Era demasiado peligrosa. Tú no querías arriesgar mi vida.
—Sobre todo no tenían lealtad entre ellos. —añadí guardando mis manos en mis bolsillos— Apartir de ese momento supe que no eras de ese mundo, tú podías tener más... Mereces más hermano. Yo no quería quedarme solo en la porquería y te deje seguir en ella conmigo. Ahora te pido que te levantes y te hagas un futuro.
Él me miró con tristeza y pestañeo varias veces con sus ojos cristalizados.
—Siempre estaré contigo, aunque no hagamos las mismas cosas. —aseguró sinceramente.
...
—Wao, este moustro si tiene onda. —expresé fascinado por el carro que observaba— Quiero llevarlo.
El dueño de la tienda me miró con duda y mando a traer las llaves junto a los papeles necesarios.
—¿Tiene el dinero?
Reí y le di una sonrisa de obviedad antes de sacar uno de los billetes más altos en valor de España.
—¿Me ve cara de pobre? —inquirí incrédulo y bufé— Quizás debería ir a gastar mi dinero en otro lado.
—No tome una decisión apresurada cliente.
Interesado.
—De repente tengo sed. —comenté mostrando que en realidad tenía cinco billetes en mi mano.
El hombre rápidamente pidió que me trajeran un vaso de agua y luego me entrego los papeles con su mejor sonrisa.
—¿Lo comprará?
Asentí y tras leer un pedazo del papel lo firmé, después entregué el dinero y salí montado en mi transporte.
Reí al pensar la cara que pondría el hombre cuando se enterará de que era dinero robado y conduje a noventa kilómetros por hora. Desvié un poco la mirada al oír un claxón y vi a un carro pasarme por el lado.
Enseguida aumenté la velocidad y le alcance a ver, se estaba riendo de forma burlona.
—¿¡Eso es lo más rápido que puedes ir!? —inquirió bajando la velocidad.
Fruncí mi rostro y apreté mi agarre del volante.
—¿Y si corremos? —indagué seguro de mi capacidad— Supe que hay carreras cerca. El lunes estoy libre.
El chico sonrió.
—Acepto solo si hay una apuesta.
Le miré de reojo y luego volví mi vista al camino.
—Vale. ¿Qué quieres? ¿Dinero?
—Lo hablaremos ese día. —contestó y dobló a la izquierda bruscamente.
Yo seguí mi camino y solo al llegar a casa comprendí que me estaba metiendo en el hueco del que quería salir. Sin embargo, yo no daba marcha atrás nunca.
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Mi promesa
Historia CortaÉl pensaba que las promesas son para romperse, hasta que aprendió a las malas que algunas promesas son para cumplirse. Esta es la historia de todas aquellas veces que rompió sus promesas y luego se arrepintió. #chicas flores. (5,2)