05

2 0 0
                                    

El lunes no pude más. Solo tenía dos pistas minúsculas, pero me bastaban para comenzar. Una era el nombre de su instituto. La otra era la foto.

Empecé por lo que parecía más fácil.

Instituto Municipal de Busan.

Perfecto. Así podía ir para allá después de terminar las clases de la mañana y antes de empezar las de la tarde (por fin pude verle alguna ventaja a estudiar en un colegio concertado con clases por las tardes). A mamá le dije que tenía que quedarme a comer en el cole para terminar un trabajo de inglés. Para evitar problemas añadí:

- Recuerda que no me puedes llamar, porque en la biblioteca es obligatorio tener el móvil en silencio

(A veces mamá no se acuerda de las normas absurdas de mi colegio y después me echa a mí la bronca porque no contesto cuando me llama. Y encima los profes también me echan la bronca, por lo mismo).

Me sentí una persona horrible por colarle a mamá todas esas mentiras, pero la causa merecía la pena. Eso pensaba yo en ese momento. Lo peor de obrar mal no es encontrar el modo de justificarte ante los demás, sino hacerlo ante ti mismo.

El instituto Municipal de Busan estaba en una calle corta y estrecham sin tráfico rodado, junto a una escuela de primaria. llegué hasta allí casi a la hora de la salida de clase. fui directamente a la secretaría y pregunté por Hwang Hyunjin.

La mujer que me atendía desde el otro lado de la ventanilla parecía un poco distraída.

- ¿Quién?

- Hwang Hyunjin

- ¿Es un profesor del centro?

- No. Un alumno.

- No me suena -dijo-. ¿De qué curso?

- Primero de bachillerato.

- Déjame comprobarlo.

extrajo una hoja de una carpeta y consultó una lista. Tardó un poco, porque mientras lo hacía tuvo que atender tres veces el teléfono, hacer dos fotocopias y escuchar algo urgente que debía decirle a una profesora. Después se volvió hacia mí y me dijo:

- No hay ningún alumno que se llame como dices. ¿Estás segura de que estudia aquí?

- Claro -repuse.

- Espera un momento, le preguntaré al director. Él seguro lo sabe.

Mientras esperaba, eché un vistazo al pasillo. Estaba lleno de fotografías de esas típicas de último curso. Esas en que todo el mundo parece bobo y todos los profesores parecen muy orgullosos. Durante un buen rato busqué a Hyunjin en las fotos, convencido de que iba a encontrarle y que le reconocería al momento.

A pesar de que nunca nos habíamos visto, creía conocerle muy bien.

- ¿Eres tú quien me busca? ¿Cómo puedo ayudarte? -preguntó el director.

Era un hombre de pelo negro, piel muy blanca, que sonreía todo el rato. Me resultó muy simpático. Le expliqué que buscaba a un alumno del centro.

- Hwang Hyunjin, de bachillerato.

- No es de este instituto -respondió, rotundo, meneando la cabeza.

- A lo mejor está en la ESO -me arriesgué, pensando que tal vez Hyunjin era repetidor y no se había atrevido a decírmelo.

- No, no. Conozco a todos los alumnos. Este no es un centro muy grande. No hay ningún Hwang Hyunjin. ¿Puedo preguntarte por qué le buscas aquí?

- Me dijo que estudiaba en este centro.

El director meneaba la cabeza y fruncía los labios, como si lamentara la situación. Yo no perdía la esperanza. Ya lo dice mamá: a testarudo no me gana nadie.

- Es alto, pálido, delgado. Hace taekwondo. Es cinturón negro -dije.

- ¿Cinturón negro de taekwondo? -saltó-. No, no, seguro que no estudiaba aquí. Si lo hiciera, yo lo sabría -y entonces bajó la voz, como si me explicara un secreto-: Yo soy cinturón azul. De momento.

Le di las gracias. Aún continué un buen rato mirando las fotos de las paredes, como si esperara un milagro.

Los milagros no ocurren a menudo.

Después, volví al metro. No entendía nada. ¿Por qué Hyunjin había puesto en su ficha de la biblioteca que estudiaba en aquel instituto si no era verdad?

Seguro que había algún motivo que yo no alcanzaba a comprender. Seguro que si se lo preguntaba me lo explicaría y sus explicaciones harían que lo viera todo claro de nuevo. El problema era preguntárselo. Para hacerlo debía confesarle que le estaba buscando. No era tan fácil.

Aquel día no comí. En parte, porque no me quedó tiempo. Cuando llegué al cole, después de mi excursión, el comedor ya estaba cerrado y solo quedaban 20 minutos para que comenzaran las clases de la tarde.

Por la noche, mamá me preguntó qué había de menú ese día en el comedor. Me lo tuve que inventar:

- Lentejas, pollo y fruta- respondí, sin vacilar ni un segundo.

Mamá no sospechó nada.

Mentira ~ MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora