ABISAG

1.

Morena soy, pero hermosa,

hijas de Jerusalén;

morena como las carpas de Kedar,

hermosa como los pabellones de Salmá.

Mitca sintió un dolor punzante en la parte baja de su vientre y un sordo gemido escapó de sus labios; la creatura en su vientre se abría paso hacia la vida, sin importarle la angustia de su madre que intentaba mantenerse en pie, y a la vez apresurar el paso al escuchar a lo lejos el galopar desenfrenado de sus perseguidores.

-Aguarda pequeña- Farfulló la joven, mientras ponía sobre su vientre, a manera de caricia, una de sus manos, y se ocultaba entre unos agrietados riscos.

Una furiosa nube de polvo se levantaba entre las dunas a varios metros de ella. Entre las siluetas de los jinetes pudo adivinar los duros rasgos de su raptor;

su respiración se agitó aún mas y sintió como la cabeza de su hijo empezaba a abrirse paso desde sus entrañas.

-aguarda...-gimió, y mordió sus labios para no gritar de dolor.

Los jinetes se detuvieron intempestivamente, y un frio recorrió su cuerpo como si el mismo Azazel* la hubiese tocado.

Desde la distancia sentía la penetrante mirada de Ivha, el nómada kedarita que había atacado la caravana que la llevaría a Jelan junto con sus hermanos; quienes acudían al llamado del Rey David para unirse a su ejercito, y combatir la terrible amenaza que representaban los Sirios y los Amonitas en pie de guerra .

En segundos pasó por su mente la horrenda noche en que murieron sus hermanos asesinados por los kedaritas ; la misma en que el repulsivo Ivah la desflorara con violencia en medio de estruendosas carcajadas, y luego la entregara para el goce de sus hombres, tanto o mas repulsivos que él.

Recordó el día en que partieron llenos de esperanzas hacia Jelán. Aunque iban a la guerra, lo mejor que podía pasarle a un pequeño clan Israelita como el de ellos, era unirse al ejercito del poderoso Rey David; era esta la única manera de protegerse de los innumerables peligros que les rodeaban, y mejorar el nivel de vida.

Sin embargo, para sus hermanos habían otras razones tanto o mas importantes, las mismas que impulsaban a todos los jóvenes Hebreos a acudir al llamado de la guerra. Al fin conocerían en persona a los paladines de Israel, a los matadores de gigantes, y tal vez estarían bajo el mando de alguno de los hijos de Sarvia, o de alguno de los treinta principales.

El sueño de cualquier joven Israelita era llegar a estar entre los llamados valientes de David y pertenecer al circulo mas cercano al Rey; y el sueño de cualquier mujer servir en su palacio.

Pero su sueño y los de sus hermanos habían sido truncados por los violentos Kedaritas; mas se había jurado que el fruto de su vientre, aunque tuviese la sangre de Ismael; serviría al Rey, y al Dios de Israel y vería con sus ojos una época mejor, en donde el pueblo de Israel viviría en paz en medio de todos sus enemigos.

Ivah bajó de su montura y comenzó a acercarse displicentemente y con una malévola sonrisa de satisfacción, hasta los peñascos donde ella se ocultaba.