Quince de Enero, 2010

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José Emanuel Alcalá fue el culpable de todas las desapariciones de chicas de secundaria.

Allanaron su casa el quince del mes pasado. Sin embargo, lo que los oficiales descubrieron ahí los dejó traumados de por vida.

                                                        ***

La casa de José Alcalá estaba rodeada de personas, la gente del conjunto había salido de sus viviendas en plena noche por las sirenas policiales y el alboroto que estos mismo estaban causando. Habían policías cubriendo el exterior y el interior del lugar, todos armados.

El hombre que estuvo a cargo de la investigación también estaba ahí, buscando por cada rincón pero todo estaba vacío y oscuro. Tenía el corazón en la garganta, a medida que se adentraba más temblaba y sudaba, la misma sensación de terror y pavor inexplicable se apoderó de su cuerpo.

Pasaban tantas cosas por su cabeza, pero se obligó a no pensar en nada. Ni siquiera en la impotencia que sentía porque ese mismo monstro también tuvo que haberse llevado a su hija.

—No hay nada. —Gritó uno de los oficiales.

—No está él o alguna víctima en ninguno de los cuartos de la casa. —La búsqueda parecía en vano, el allanamiento parecía en vano. 

—... A no ser de que esté allí —Señaló al patio —. En ese cuarto

No se tomaron ni dos segundos cuando los oficiales tumbaron la puerta del patio, gritando y apuntando a la oscuridad con sus pistolas.
No se veía nada, pero un hedor inmundo salió de ese lugar asqueando a todos los presentes. Era fétido, como si algo estuviera descompuesto desde hace varios días ahí. El oficial fue el primero en entrar seguido de los demás.

En ese cuarto estaban muchos cadáveres de chicas desaparecidas, colgadas como trozos de carne al desnudo. Algunas carecían de miembros y otras estaban completamente secas con un hoyo en el pecho -como si les hubieran succionado toda la sangre-.

En el interior del cuarto se encontraba una masa viviente y apestosa. Parecía ser un hombre en posición fetal, con una piel pegajosa y granuda. De la boca del hombre salían tentáculos que estaban pegados en el pecho de las niñas colgadas, succionando su sangre y nutrientes.

A su vez, en su alrededor habían montañas de desechos mesclados con sangre y otras sustancias junto con algunas partes humanas.

Los oficiales estaban estupefactos.

—¿Qué... carajo?

                                                          ***

—¿Por qué estas tan triste Úrsula?
Alcalá se acercó con cuidado a la niña que lloraba en el anden del conjunto.

—Hoy discutí con mi mamá otra vez... —Hablaba haciendo pausas para soltar sollozos —. Porque piensa que mi novio es una mala influencia. Al final terminé por gritarle y me dio una fuerte cachetada...

—Eso es porque tiene miedo de que te pase algo, con todos los secuestros que están sucediendo... ¿No te da miedo que te lleven?

La chica se tomó un tiempo para pensar, se limpió las lagrimas pero aún sollozaba.

—Sí... t-tengo miedo. No quiero que me lleven

—Bueno, si no quieres debes volver a tu casa

—¡Pero no quiero irme a la casa!... Con mi mamá enojada no.

El hombre sonrió, le extendió la mano a la chica para levantarse y le dio la propuesta de irse a la casa de él. Total, él es un buen conocido y alguien en quien confiar. No va a pasar nada, ¿verdad?

La niña no vio problema, aparte del hombre era un conjunto privado y seguro. Si algo le llegase a pasar lo descubrirían en minutos. Tomó la mano del profesor y se dirigieron a la casa de este, Úrsula volvería a su casa en unas horas sana y salva, enseñándole a su mamá que no correría peligro.

Ese fue su pensamiento el primero de Diciembre del 2009, al entrar a un lugar del que nunca volvió a salir.



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Inspirado en una historia de Guillermo Del Toro.



El diario de ÚrsulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora