Prólogo

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Hace dos años, ante la pregunta de que era el amor para mí, hubiera respondido cualquier tontería que pasara por mi cabeza.

Hace dos años probablemente no me hubiera cuestionado tanto lo que significaba esa dichosa pregunta.

Hace dos años ni siquiera sabía que era amar a una persona hasta el punto de querer dar tu vida por ella.

En ese periodo, nunca me preocupe que era el amor, no había tenido la oportunidad de enamorarme como las demás chicas de mi edad, quienes, probablemente, estarían felizmente besándose con sus parejas sin preocuparse por lo demás.

Yo por el contrario, no era así.

Nunca soñe con que nadie besara mis labios, nunca soñé con alguien que me amara de esa forma tan, dulcemente, romántica.

Yo no era como ellas, y aún así, él se enamoro de mi, él se enamoro de la forma en que veía la vida, él se enamoro de una persona que nunca mereció ser amada.

Jamás comprenderé porque se interesó en alguien tan patética como yo, jamás comprenderé porque sus ojos se cautivaron en el momento en el que yo pasé delante de él.

Pero agradezco al destino por habérmelo presentado aquel día, porque gracias a él, mi vida dio un giro inesperado.

Él cambio mi forma de amar.

• • •

Habían muchas cosas que no comprendía sobre la vida, podía sonar muy filosófico, pero realmente habían cosas que nunca me iban a quedar claro, es decir, ¿por qué tenía que aguantar a todos mis compañeros a las siete de la mañana?

Bufé y rodé los ojos, molesta y algo aturdida por el escándalo que me rodeaba, odiaba los ruidos fuertes, siempre lograban marearme y asustarme.

Me senté en una mesa apartada de la multitud y solté todo el aire que había acumulado mientras toda esa gente me aprisionaba.

Comencé a sacar mis útiles antes de que la clase diera inicio, la primera materia del día era historia, mi más querida (y a la vez odiada) asignatura, el profesor que la imponía era simplemente insoportable, ¡sabía más sobre su vida que de la Revolución Industrial!

Salí de mis pensamientos cuando note como los gritos cesaron al notar como un chico con cabellos rojizos entraba por la puerta del aula, ganándose todas las miradas al instante y muchos, y apenas audibles, murmullos por parte de las chicas.

Extrañada por el repentino silencio, dirigí mi vista hasta aquel centro de atención y mi corazón dio un vuelco.

Era el joven más atractivo que mis ojos alguna vez habían visto, lunares adornando su cara, labios finos y esos orbes color verde agua que te introducían en lo más profundo de su ser.

Al ver que él me devolvía la mirada sentí como el aire comenzaba a faltarme.

Una sonrisa se pintó en su cara, al mismo tiempo que se acercaba a mi mesa.

- ¿Tengo algo en la cara y por eso me miras tanto? - dijo, su voz sonando grave y coqueta al mismo tiempo.

- ¿Acaso no puedo mirarte? Todos lo hacen.- respondí, intentando que no se notará lo nerviosa que estaba.

No siempre te dirige la palabra un chico atractivo como él.

Su sonrisa se ensanchó más, agachándose para estar a la altura de mi rostro, quedando a escasos centímetros de este.

- Si, pero no todos los días tengo la atención de una chica tan bonita como tú, por eso me sorprende.-

Antes de que pudiera formular una palabra, el maestro entro a la clase y mando a todos a sentarse, cuando se topó con el desconocido, sus ojos se iluminaron y una extraña mueca de agrado se pintó en su cara.

- ¡Tú debes de ser el nuevo estudiante! Todos están emocionados por tu llegada, ¡así que bienvenido!, soy Joseph, profesor de historia.- el tono que empleó me causo bastante ternura y gracia.

El chico río levemente, dirigiéndose al centro de la clase para pronunciar en un tono audible, al compás que sus ojos se encontraban de nuevo con los míos:

- Mi nombre es Daniel.-

• El azul de tus ojos •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora