La santa en su habitación habló al vacío en la oscuridad de su habitación.
—Escapó, se supone que era aceptar o cambiar; pero ella...
—A su manera hizo su propio camino.
La santa no respondió, solo se acostó en su cama y cerró los ojos mientras pensaba que las decisiones no son simples dicotomías.
***
En medio de un amplio océano estaba la santa, se notaba tranquila y en paz. Sus párpados se abrieron y con ojos neutros contempló su entorno.
—¿Quieres salir?
La voz no venía de ningún lugar en particular, sonaba amigable y por alguna razón ella sintió que podía creerle.
—¿Quieres salir?
La pregunta volvió a repetirse, la santa quiso negar con la cabeza; pero sus deseos eran más fuertes.
—¡Sí!
Su voz sonaba más a súplica que respuesta, ella misma se sorprendió; nunca había levantado la voz, pero ahora estaba segura que gritó con todas sus fuerzas.
—Entonces, sal, ve el mundo.
Al abrir los ojos la santa notó malestar en su garganta, quería curarse, pero se sentía tan cansada.
—¡La señorita despertó!
La santa miró confundida su alrededor, nunca la habían llamado señorita, ella siempre fue la santa; después de una cuidadosa observación determinó que no estaba en su lugar de siempre, pero estaba en un lugar que conocía bien.
Unos minutos después del grito entró un hombre de unos cincuenta años, se acercó a la cama y se expresó con dureza.
—No pienses en hacer cosas estúpidas, tienes que ir a la casa del duque Caelum; te casarás con él.
“Estoy en el cuerpo de Misae Romios”
—Vístanla con algo que cubra su cuello.
—Sí, señor.
Sin decir más, el hombre salió de la habitación mientras la criada la miraba angustiada.
—Señorita, cuanto me duele enviarla así.
La joven solo miró a la criada sin responder, esta última no dijo más mientras la arreglaba con lágrimas en los ojos.
Así se quedó la joven hasta llegar a la mansión del duque, parecía una muñeca más que una persona; todos pensaron que era porque la señorita tenía el corazón destrozado.
—Esta es la señorita Misae de la casa de Romios.
La presentó el guardia que la ayudó a bajar del carruaje.
La muchacha se paró erguida, sin decir nada, frente al mayordomo de cabellos blancos.
—Bienvenida señorita, mi nombre es Raven, soy el mayordomo de Caelum.
La joven continuó sin decir nada, solo le hecho una mirada casual antes de volver a enfocar su vista en algo incierto.
—Mi señorita se halla dolida por la pérdida de sus parientes, espero le tengan paciencia.
—Es perfectamente entendible, no se preocupe, la trataremos con cuidado. Desde aquí yo me encargo, señorita, por favor, sígame.
Sin más que decir la santa caminó tras el mayordomo. Sus ojos brillantes miraban con curiosidad su entorno, ella se casaría mañana.
Todo le parecía increíble, por un momento le preocupó lo que pasó con su cuerpo, pero luego llegó a la conclusión que debió haber fallecido; después de todo ya solo le quedaban unos años. Imaginó el escándalo que deben estar haciendo en el imperio, probablemente oculten su muerte; bueno eso ya no tenía que ver con ella.
Ella era una mujer que aceptó la situación con relativa tranquilidad, incluso con un poco de expectativa.
—La llevaré primero a su habitación, se ha asignado dos criadas para usted–
—Una es suficiente.
El mayordomo volteó para mirar a su casi señora, él pensó que ella aceptaría todo pasivamente y no diría palabra alguna, así que se sintió un poco sorprendido al oírla.
—Bueno voy a consultarlo con su gracia.
—Una esta bien, no necesito mucho cuidado, mientras me den un lugar para dormir y los alimentos necesarios es suficiente para mí.
—Voy a comunicarlo, esta es su habitación; una de las criadas vendrá a la hora de la cena para ayudarla. Si hay algo que no sea de su agrado hágamelo saber.
La joven miró su nueva jaula superficialmente, antes de acercarse al balcón; podía ver los jardines y a los empleados que iban de un lado a otro.
—Todo está bien, gracias, puedes retirarte.
—Con su permiso.
Ya estando sola empezó a pensar en la vida que tendría de acuerdo con los recuerdos que vio a través de Misae.
“Solo vio a su esposo tres veces; la cena del primer día, el día de la firma de papeles y cuando fue capturada por el imperio Sacro. Ella dijo que esta mansión se sintió su jaula, pero esto ya es un gran progreso para mí. Mientras no moleste a nadie podré vivir bien; a diferencia de ella, yo no escaparé de aquí, me quedaré...”
Sin que ella misma lo supiera una sonrisa colgaba de su rostro, este poco más de libertad era suficiente para ella. Ella estaba feliz con su nueva vida, solo extrañaba al espíritu que la acompañó...
—¡Santa, ahora sí puedo salir!
Una especie de humo salió del cuerpo de la muchacha y tomó la forma de un zorro rojo. Ese era el espíritu que siempre la acompañó, era la voz que siempre oía, pero que no podía salir por temor a ser eliminado.
—¿Cómo es que estás aquí?
—¿Qué clase de respuesta es esa? Deberías estar feliz, ahora puedo salir y jugar contigo.
La joven levantó al zorro y lo abrazó mientras algunas lágrimas caían. Ella estaba muy feliz de tener al espíritu a su lado.
—Gracias, gracias...
—Ay, mi maestra es un bebé llorón, qué lamentable.
La joven liberó al zorro luego de unos minutos. Tomó unos pañuelos del tocador y se limpió la cara, mientras el zorro fue al balcón a observar los alrededores.
—Bebé llorón, que te parece salir esta noche a un pequeño paseo.
El pequeño zorro decía mientras meneaba su cola de lado a lado; estaba emocionado imaginando la escena.
—No tengo permiso para salir.
—No tardaremos mucho, será un pequeño paseo y luego volvemos; nadie se dará cuenta, ya no estás bajo vigilancia.
Al escucharlo la joven se emocionó, ¡el espíritu tenía razón!, ya no era rastreada, ella podía salir si quisiera. Pensó que con lo que tenía ahora era suficiente, pero los humanos son codiciosos, nada más imaginarse afuera hizo que su corazón latiera de la emoción.
—¡Vayamos a pasear!
—Me gusta más esa expresión, bebé llorón. Por cierto, ahora que tienes un nombre, dame un nombre a mi también.
La joven se congeló un rato, pensó detenidamente y se dio cuenta que ya no era “la santa”.
—Mi nombre, es Misae de la casa de Romios.
—Está bien, dijiste que la llamaban Misa, entonces tú serás Sae de cariño.
—Me gusta Sae, se oye bien.
—Pues claro, si lo digo yo. Ahora dame un nombre.
—Bueno tú eres irremplazable y único, serás Eidan, que es nadie al revés... no hay nadie como tú.
—Soy Eidan, me encanta.
—Soy Sae.
—Ya no somos la santa y el espíritu, somos Sae y Eidan.
La mujer de más de medio siglo y el zorro heredero de memorias de siglos sonreían como estúpidos mientras repetían sus nombres una y otra vez.
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La nueva vida de la Santa
RandomNacimos para conocer los que nos rodea, nacimos para cometer errores, para caernos y levantarnos, para sufrir y para reír; para experimentar la vida... Algún día me gustaría salir al menos de esta habitación, algún día me gustaría al menos ver más...