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-¡Nos vemos mañana maestro Oh! -se despidió el pequeño Sim con la mano hacia su maestro el cual solo le sonreía y entraba a su auto.
Cuando vio desaparecer el auto se apoyó en la reja de la entrada, empezó a ver sus manos. No había otra cosa que le llame la atención.
Iba a esperar a su lindo novio que aún tenía una última clase, ya que quería pasar tiempo con el. Abrazarlo y no soltarlo nunca, tal y como le gustaba hacer siempre.
Nunca entendió el porqué siempre rechazaba sus cariños, pensó que le incomodaba por qué pensó dejar de hacerlo pero ni el podía tener límites.
Siempre le gustó ser algo sumamente expresivo y cariñoso tal y como su madre, la que le enseño a los demás. A valorarse a sí mismo.
Desde pequeño siempre fue alguien de ir y abrazar a sus amigos, algunos decían que era extraño y debía dejar de hacerlo. Los únicos que aceptaban sus abrazos en ese entonces eran Heeseung, Jay y Sunoo.
La inseguridad llegó a su cuerpo. ¿Y si Riki no lo quería? ¿Y si iban a terminar?
Con tan solo pensar eso bajo la cabeza dejando que en esta se creen escenarios como infidelidad o corazones rotos.
Le causaba tristeza el pensar que algún día todas esas palabras y abrazos bonitos acabarían, que algún día su novio se iba a aburrir.
No. ¡Debe pensar en positivo! El necesita ser optimista de nuevo.
El timbre sonó fuertemente haciéndolo asustar, nunca entendió como es que el sonido llegaba hasta afuera.
Una multitud de estudiantes salieron conversando, con pelotas de básquet en su mano, otros corrían y hacían desorden.
Luego estaba Nishimura caminando tranquilamente hacía la salida con la mirada perdida.
¿Y si Riki se molestaba al verlo aquí? Tal vez, pues no le aviso que se quedaría a esperarlo.
Ni bien vio solo al más alto fue corriendo hacia el para envolver sus brazos en el delgado cuerpo del menor. Haciendo que este se sobresalte.
-¿Pasa algo? -pregunto Nishimura notando que su mayor no dijo nada desde que lo abrazo. -¿Qué pasó? ¿Porqué lloras? -sacó sus manos de sus bolsillos para acariciar el cabello del más bajo.
Sin no quería responder, así que solo siguió sollozando en el pecho del menor.
Aquel era su lugar favorito y no cambiaría nada por eso.
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