❝BETA❞〔rubegetta; 3°〕

🐻: ❝ Nosotros Contra el Mundo ❞

Se siente bien volver.

-notcatto

[ADVERTENCIA: REPRESENTACIONES DE VIOLENCIA, DESCRIPCIONES GRÁFICAS, ATAQUES DE PÁNICO, MUERTE DE PERSONAJE PRINCIPAL]

La oscuridad se ciñó a su alrededor devorando cada vestigio de luz tras la caída del sol, las antorchas que alguna vez iluminaron el camino se habían consumido casi por completo dejando solamente un leve rastro de carboncillo a sus pies. Sin embargo, Vegetta lo guió sin problemas entre las penumbras.

El formidable guerrero se movía con insultante facilidad entre los recovecos abandonados de un camino descuidado y olvidado con el transcurso de los años. Sus pasos, cuidadosos y calculados, guiaron a su amado por los senderos que alguna vez se habían grabado con fuego en sus recuerdos.

Sin embargo, lo único que rondaba por los pensamientos del castaño era el terrible malestar que lo hacía querer sucumbir ante el pánico y la desesperación. Su garganta ardía con molestia, no dudaba que entre el llanto y algunas explicaciones apresuradas hubiera perdido la voz, o en el peor de los casos...

"Estoy muriendo."

Admitió con temor.

La violenta y sanguinaria marca, creada con la horrible intención de representar todo lo contrario a lo que alguna vez debió ser un vínculo concebido por el amor y el respeto mutuo, se ocultaba debajo de la blanquecina chaqueta que Vegetta le había prestado. El más mínimo roce de la brutal herida mandaba oleadas de dolor, casi obligándolo a doblegarse ahí mismo y romper en llanto.

Sin embargo, no lo hace.

Intenta autoconvencerse de que no duele; no quema. Había una extraña sensación de familiaridad ante el dolor, sabía que ciertamente había sobrevivido a heridas más letales que harían ver a la marca forzada como una simple cortadura de papel. Había sufrido el punzante corte de espadas en su estómago y flechas incrustadas en su hombro, empujones brutales y dolorosos, golpes violentos y certeros. Había sentido la mayor clase de agonía que un Omega podía soportar, una herida emocional que jamás sanaría sin importar la cantidad de elixires curativos que bebiera; perder una familia de la noche a la mañana destruye a cualquier persona.

Una ardiente herida punzante no le parecía absolutamente nada comparado con lo que estaba en juego, aún si la agonía aplastaba constantemente su frágil y herido corazón en un patrón agonizantemente repetitivo. Mierda, incluso un corte en la garganta sería una aflicción notablemente menor al lado de su actual tormento. Sobre todo, cuando un familiar dolor agudo estalló en su vientre, y casi lo hizo caer de rodillas.

Se sentía horriblemente mal.

Se sentía enfermo.

Lo más certero que podía llegar a describir aquella agónica sensación, era como si una quemadura ardiera desde su interior arrastrándose lentamente por sus delicados intestinos; se deslizaba con la facilidad y elegancia propia de una serpiente. El dolor se asentó cuidadosamente en su vientre hasta que paulatinamente empezó a extenderse llegando a su pecho, solo para luego ascender hacia la marca en la curvatura de su cuello. El Omega sentía que su garganta era asediada por una víbora sibilante que se enroscaba con fuerza alrededor de su tráquea, podía percibir como apretaba lo suficientemente fuerte como para cortar el flujo de su preciado oxígeno. Inconscientemente contuvo la respiración, dejando que sus dientes se hundieran en su lengua para sofocar un quejido ahogado; dolía demasiado.