Margaritas en vez de rosas...

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* * * * *

Abrió los ojos y la luz del sol le hizo soltar un improperio. La risa que esperaba nunca llegó y al darse vuelta confirmó sus sospechas, Sirius ya se había levantado.

Se incorporó, bostezando en el proceso, preguntándose donde estaba el perro pulgoso con el que compartía cama desde hace años. Estaba lo bastante dormido para prestar atención alguna al silencio que reinaba en su casa; cosa para nada normal un día como hoy, San Valentín. Se bañó tarareando la letra de alguna canción de los Beatles, el agua caliente en su espalda le alivió, a medias, el dolor que le estaba torturando, hace dos días fue luna llena y apenas podía moverse sin soltar uno que otro quejido de dolor.

"Te odio, Sirius."

Se dijo a sí mismo aunque no fuera cierto, pero odiaba que no lo dejara hacer nada antes y después de la luna, había soportado cosas peores antes de conocerle y muchas otras antes de decirle en su segundo año que era un hombre lobo.

"Estás débil, Moony. Y NO ME DIGAS QUÉ NO ES CIERTO PORQUE APENAS Y PUEDES CAMINAR. A la cama ahora."

Rió ante el recuerdo de la noche anterior en la que, en su terquedad, como buen Gryffindor, se iba a poner a preparar la cena y en el momento en el que logró bajar las escaleras, sin soltar la barandilla claro, el rizado de ojos grises apareció por la chimenea y profiriendo un grito de indignación mezclado con horror; lo regañó por jugar de intrépido al mismo tiempo que lo cargaba como una princesa, sin dejar de decirle, "fuiste estúpido, también imprudente, ese es mi papel, pudiste hacerte daño, ¿no podías esperar a que llegara?, ¿eres suicida o algo así?..."

Cerró la ducha, se secó, se vistió con su jogger negro y una de las muchas camisas grandes para dormir que tenía Sirius, sabía que al can azabache le encantaba verlo así, pero por primera vez no lo hacía por él, su magullado cuerpo exigía comodidad y él se la daría. Volvió a ponerse sus pantuflas y bajó las escaleras rogándole a Merlín que Sirius no saliera de la chimenea o de la cocina; suspiró aliviado en cuanto no sucedió ninguna de esas dos cosas, pero un aroma conocido llegó a su sensible olfato lobuno.

Margaritas.

Su flor favorita.

Y una de las pocas flores que podía oler y no sufrir de un ataque de alergia.

Caminó hasta el lugar de donde provenía el olor, una sonrisa se dibujó en su rostro al ver un ramo de margaritas envuelto en papel crepé rojo con un lazo blanco alrededor y una carta en la mesa pequeña de la sala.

Definitivamente, Sirius era un romántico cuando se lo proponía.

Una vez sentado en el sillón frente a aquella mesa y sin poder dejar de sonreír, tomó la carta entre sus manos y con suma delicadeza la abrió, era un sobre blanco con un sticker muggle en forma de corazón, ¿cliché? Por supuesto, pero el licántropo era un amante a los clichés sin remedio y Sirius lo sabía. Dejó el sobre a un lado del ramo mientras se acomodaba, dejando sus piernas estiradas en el sillón y su espalda apoyada en el reposabrazos del mismo; su corazón latía desbocado queriendo salirse de su pecho, sólo Sirius Black Lupin era capaz de aquello.

Había dos hojas y media de "carta", por lo visto tuvo una de esas explosiones de inspiración accidental, como su esposo llamaba a esos momentos en los que no despegas la pluma del pergamino durante media hora.

"A mi amado esposo, por el cuál esperé mucho tiempo hasta que el destino jugó a mi favor y lo llevó hasta mis brazos...

Un San Valentín más, se supone que debo escribir algo romántico, pero creo que con las margaritas mi romanticismo se agotó. Entonces, no estoy seguro de que lo que voy a escribir a continuación sea romántico, me pides demasiado, mi amor.

Margaritas... ¿En San Valentín?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora