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—¿Estás bien chiqui? —

—Lo suficiente como para saber que Quackity ha perdido la cabeza. Esta acostumbrado a tener todo lo que quiere, está actuando como un jodido niño pequeño. Tengo que implementar medidas de seguridad para nosotros, no se de lo que sería capaz estando en el estado en qué se encuentra. —

—Hay que relajarnos mejor. Fueron muchas emociones en tan poco tiempo.—

—¡No puedo Samuel! No puedo darme un momento de relajación porque Quackity podría hacer algo que nos costaría muy caro. —

—Luzu cálmate.—

—¡Calmarme mis huevos! ¿¡Qué no lo entiendes!? ¡Puedo perderte a ti también! — Las lágrimas comenzaban a acumularse en los ojos del castaño, se sentía impotente ante la situación en la que estaba.

Vegetta se acercó a su acompañante, brindándole un fuerte abrazo para tranquilizarlo; el también se sentía tan abrumado y en cierta parte, también se sentía inseguro de lo que Rubius y Quackity serían capaces de hacer con tal de obtener lo que querían, pero el estaba decidido a no perder a la única persona que le ha apoyado y ha estado ahí para él, así tenga que arriesgar su propia vida.

—No me vas a perder, chiqui. Estaré contigo en todo momento, déjame ayudarte, ¿vale? Te aseguro que nada malo me pasará. — Susurró cerca del oído del más bajo, tratando de tranquilizando ya que no parecía tener planes para dejar de llorar.

—¿Me prometes que estarás bien? Entiende que eres lo poco que me queda. — Luzu se separó del mayor para poder tomarlo de ambas mejillas ajenas, haciendo que se mirasen a los ojos.

—Te lo prometo. — El ojimorado dejó un corto beso en los labios del alcalde, haciendo que se tranquilizara un poco más.

Solo que pensaba en como cumplir con su promesa, si era más que claro que Quackity y Rubius eran los más impredecibles de Karmaland.

Debía tener algo planeado lo más rápido posible, no quería que algo malo sucediese. Esta jugando con fuego y lo sabía.

Quackity era fuego, pero el también lo era.

Tendría secuaces vigilando el castillo de su amante, también en su casa y en la alcaldía. Protegería a toda costa a Samuel, así tuviese que deshacerse del mexicano de cualquier forma posible.

El no quería la guerra con quién en algún momento estuvo enamorado, pero si Quackity no ayudaba, guerra iba a obtener, y se arrepentiría demasiado al amenazar la vida de quien más amaba.

—El plan es este, vamos a su casa, la destrozamos y luego encerramos a ambos en una celda de la cárcel

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—El plan es este, vamos a su casa, la destrozamos y luego encerramos a ambos en una celda de la cárcel. —

—Si wey, ¿y no pensaste que Luzu es el pinche alcalde y puede salir de la cárcel cuando se le hinchen los huevos? —

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