Jinyoung
—¿Y si no vienen? —volvió a preguntar Jinyoung por enésima vez, mordiéndose la uña del pulgar mientras miraba a Jaebeom por la ventana a través de un par de binoculares.
Estaban sentados en una cabaña abandonada que había sido una tienda de cebos y aparejos, a unos quinientos metros de un viejo edificio de madera que había sido un criadero de peces, lo que sea que fuera eso. Jaebeom había dicho que todo el puerto había cerrado años atrás y llevaba más de una década abandonado. Era una de las propiedades olvidadas de la vasta cartera de Junsoo Lim.
—Ya aparecerán. —prometió Jaebeom sin levantar la vista de su puesto—. Tu idea fue brillante. Hasta mi padre lo creyó.
Eso no era del todo cierto. Junsoo había dicho que el plan era imprudente y arriesgado. Pero también había dicho que iba a sentarse y dejar que se desarrollara. Él estaba poniendo mucha fe en Jinyoung. Demasiada fe si era honesto. La bravuconería de Jinyoung del otro día se había desvanecido en una nube de humo en el momento en que se habían acomodado en esta sucia y ruinosa choza que apestaba a pescado podrido, aunque no hubiese ninguno.
Sin embargo, la zona era perfecta para su propósito. El edificio de madera podrida se convertiría en un polvorín una vez que estuvieran todos dentro, y —a diferencia de la cabaña de Gaon— era poco probable que provocara un incendio forestal. Junsoo no parecía un gran ecologista ante los ojos de Jinyoung, así que imaginó que tenía más que ver con la atención no deseada que con la salvación de la vida silvestre y la vegetación.
Jinyoung negó con la cabeza, mordiéndose más fuerte la uña hasta que Jaebeom se acercó y le quitó la mano de la boca sin mirar, dejándola caer sobre el muslo de Jaebeom vestido con jeans.
—Vas a masticar tu propia mano como un oso atrapado en una trampa. Si necesitas una distracción, tengo algo con lo que puedes jugar. —dijo Jaebeom, claramente divertido consigo mismo.
—Oh, por el amor de Dios. —murmuró Jackson en el oído de Jinyoung.
—Sí, los intercomunicadores están activados. Intenten no actuar como paganos. —añadió Mark.
Se sentía raro escuchar a otras personas en su oído, pero también había algo extrañamente excitante en ello. La adrenalina que corría por sus venas lo ponía nervioso, su corazón se aceleraba como si hubiera tomado demasiadas bebidas energéticas.
Jaebeom se rio. —Cariño, relájate. Puedo literalmente sentir tus nervios desde aquí.
—¿Aquí estando seis pulgadas a tu izquierda? —Jinyoung reprendió, sintiéndose repentinamente malhumorado.
—No tenemos tiempo para una terapia matrimonial hoy —dijo Han, con la voz baja—. ¿Qué tal si guardamos los sentimientos heridos para cuando estemos al otro lado de esta pila de cuerpos? ¿No?
Jaebeom continuó como si sus hermanos no hubieran hablado, mirando sólo a Jinyoung. —Relájate. Todo está saliendo exactamente de acuerdo al plan.
—¿Sabes quién dice eso? Esa persona en cada película justo antes de que todo se vaya a la mierda. —dijo Jinyoung, ganándose otra sonrisa divertida de Jaebeom.
Pero Jaebeom tenía razón. Gaon había hecho la llamada de socorro, alertando a sus pervertidos amigos de que tenían una amenaza verificable para su operación y que estaba convocando una reunión de emergencia para averiguar cómo rectificar la situación lo más rápido y silenciosamente posible. Había sido impresionantemente convincente. Jinyoung supuso que había sido por el cuchillo de caza presionado contra sus bolas y no un repentino ataque de conciencia.