Prométeme

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Sirius entró en casa de Remus aquella tarde como siempre, ya se había vuelto tradición que cualquiera de los dos fuera a casa del otro después de trabajar porque, honestamente, ningún plan le parecía mejor que pasar el tiempo con su novio.

Sin embargo, no estaba listo para la imagen que se encontró en el salón y corrió hacia Moony con las lágrimas corriendo ya por sus ojos. Su chico estaba tirado en el suelo, con los ojos cerrados y el primer pensamiento de Padfoot, demasiado acertado, fue "mortífagos". Apenas podía ver a causa de las lágrimas al ver el cuerpo sin vida de la persona que más amaba, pero sintió algo raro en el pecho, una corazonada, la certeza que Remus, su Moony, seguía vivo. Aún cuando, tal vez, parecía una idea descabellada, acercó su oído al pecho del contrario, buscando el latido de ese corazón que tantas veces se había dormido escuchando. Apenas pudo contener el alivio al oírlo, y se preguntó qué demonios había pasado en esa casa, pues Remus parecía... dormido, si es que eso tenía sentido. 

Obligándose a salir de ese trance lo cogió en brazos y lo subió al piso de arriba, a su cama, donde le acarició la mejilla con todo el cariño y la delicadeza del mundo. Se tumbó al otro lado de la cama, mirándolo preocupado y tratando de convencerse de que Moony estaba bien hasta que se durmió.

Remus despertó a la mañana siguiente mientras todos los recuerdos del día anterior le azotaban de golpe. Trataba de poner en orden sus pensamientos cuando vio a Sirius, y su corazón se apretó al ver el rastro de lágrimas aún visible en sus mejillas. Agitó un poco su hombro para despertarlo mientras lo llamaba hasta que abrió un poco los ojos.

En cuanto Sirius posó su mirada sobre los ojos color miel de su chico apenas pudo contenerse medio segundo antes de abrazarlo con todas sus fuerzas. La angustia, el miedo, la confusión, el alivio, el dolor, el amor y todas las emociones que había sentido en las últimas horas se desbordaron en aquel momento y Sirius no pudo evitar sollozar sobre el hombro de su amor.

Remus lo apretó aún más fuerte contra él, si es que eso era posible, y le acarició el pelo y la espalda para calmarlo, cosa que parecía estar surtiendo efecto.

—Shhhh, ya está cariño, tranquilo... Estoy aquí, contigo, no me voy a ningún sitio, estoy aquí...

Esas eran algunas de las palabras que Remus le decía, hasta que sintió como la respiración de su chico se volvía más regular. Sirius se separó de él solo para poder mirarle a los ojos, antes de intentar hablar, aunque los sollozos aún eran constantes:

—Cieloquétepasóayerestásbien —Apenas pudo pronunciar esas palabras entre hipidos.

Remus, con una delicadeza infinita posó sus manos en las mejillas del otro y le apartó algunas lágrimas mientras le daba una sonrisa dulce, que siempre lograba calmar al pelinegro.

—Mi amor, respira, está todo bien, estamos bien...

Sirius lo hizo y cuando ya tenía la certeza de que estaba más tranquilo, le preguntó:

—¿Cielo, qué te pasó ayer? Llegué y te vi tirado en la alfombra, por un momento pensé... pensé que... —Ni siquiera pudo terminar la frase porque Moony lo apretó otra vez contra su pecho.

Sin embargo, esta vez era porque Remus necesitaba ese abrazo. No quería pensar en lo que podría haber pasado, en esos dolorosos "y si"s. Sirius, sin decir una palabra, también lo notó, por lo que unió sus manos con las de su novio mientras le daba pequeñas caricias, justo antes de unir sus labios en un tierno beso, solo para recordarle que él también estaba ahí, con él, que no se iba a ningún lado y, sobre todas las cosas, para recordarle que le amaba.

Tras lo que podrían haber sido minutos u horas se separaron y Remus se sentó, dejando que Padfoot apoyara la cabeza en su regazo, antes de empezar a contar todo desde el principio:

Prométeme Que Me QuieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora