Capítulo 3

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Por otro, al norte del pueblo la familia Brown se encontraba en la sala tomando té, mientras esperaban a la nueva institutriz de Lucy, la hija menor, de siete años.

Eleanor, la señora de la casa, le desagradaba la idea que la mujer que sería la tutora de su hija fuera una recomendación de Jelissa, una vieja bruja entrometida, que, para su infortunio, era la mejor amiga de su esposo desde hace años, incluso sospechaba que entre los dos había pasado algo antes de que conociera a su marido.

—Jelissa, dijo que Diana es la mejor institutriz que hubiéramos podido contratar—dijo Alphonse su marido, leyendo el periódico. Eleanor dejo la taza de té sobre la mesa con brusquedad, mostrando su evidente enfado

Ese día en particular, ella tenía un mal humor, debido a que Alphonse estaba se encontraba encantado e impaciente de que llegara la nueva institutriz de su hija, para poder, por fin, poner distancia con su antipática mujer, y realizar sus labores jurídicas con tranquilidad.

Lo que más le fascinaba al hombre era lo que Jelissa le había contado sobre el gran talento de Diana, quien era una muy buena amiga suya, ella explicaba que aquella mujer tenía experiencia enseñando a los hijos e hijas de aristócratas y burgueses ...

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Lo que más le fascinaba al hombre era lo que Jelissa le había contado sobre el gran talento de Diana, quien era una muy buena amiga suya, ella explicaba que aquella mujer tenía experiencia enseñando a los hijos e hijas de aristócratas y burgueses en Londres, además hablaba que Diana dominaba varios idiomas como: el español, francés, italiano, galés y el irlandés, claro sin contar el inglés, su lengua materna. De igual manera, ella se encargaba de instruir a los niños en los buenos modales típicos de la época. Y en sus propias palabras, «Diana era perfecta y era la mejor opción».

—¿A qué hora llega esa Diana?! —murmuró con disgusto Eleanor—. ¡Ya son más de las 10:00 a.m.!

El hombre notó el descontento de su esposa y e hizo un inútil intento de tranquilizarla. Pero, era imposible, ya que, Eleanor era del tipo de mujer de con carácter fuerte, que incluso el mismísimo diablo le tendría miedo.

El viejo frecuénteme comparaba a su difunta esposa con Eleanor, quienes eran polos opuestos, Michelle, su primera esposa era un pan de Dios, un amor de persona, mientras que Eleanor, era como un Cuco.

—¡Relájate, Cariño! —exclamó Alphonse, mientras miraba su reloj de plata—. ¡Ya no ha de tardar! Usted sabe cómo es el tráfico en Shildon, siempre hay problemas con los carruajes y los caballos.

—Odio que siempre tenga que justificar a la gente irresponsable —dijo con disgusto, dándole un sorbo a su taza de té.

El hombre no contestó, y toda la habitación quedo en completo silencio, mientras su pequeña hija Lucy jugaba con su muñeca.

Eleanor a lo largo de los años, había escuchado todo tipo de rumores sobre su marido y las institutrices, el último cotilleo que escucho, por casualidad, gracias a la inprudencia de una de las sirvientas, fue sobre una posible infidelidad entre Maryann, la anterior maestra y su esposo.

En realidad, no había necesidad de formar polémica, ya que, Maryann y Alphonse solo eran amigos que compartían ciertos intereses por la política y la música. Ambos amaban la filosofía de Locke, el «Padre del liberalismo clásico» y disfrutaban ir a escuchar distintas obras musicales en el teatro. Cosas que Eleanor odiaba.

The Closet DressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora