Capítulo 2 (Corregido)

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El plan para reemplazar a Diana Wiseman debió haber salido perfecto si hubiese tenido en cuenta la diferencia de sus talles desde el inicio. Sin embargo, guiado por su terquedad, y falta de fondos económicos, decidió ignorar este hecho e intentar encajar en una prenda que no estaba diseñada para su cuerpo masculino. Pero de nada valió que hubiese sido cuidadoso, el vestido y corsé cedieron ante el esfuerzo, dejándolo sin opciones hasta que decidió ir a la boutique Dubois por otro vestido.

Pero antes, debía de deshacerse de Annette; no quería reconocer que su plan si era ridículo y presentaba fallas que no había podido prever a pesar de su obviedad.

—¡Oye, niña! Por qué no te vas y te compras esas cosas... como se llamen... esas que te gustan —dijo enseñándole cinco peniques, sin estar muy seguro a que se estaba refiriendo exactamente. A James se le hacía complicado disimular su nulo interés hacia los gustos de Annette.

—¡¿Qué?! ¿Estás borracho?, ¿acaso ahueler el ron ese te puso idiota?, ¿o qué? —habló Annette a todo pulmón—. Tú eres el "hombre", bueno, el intento de "hombre", más tacaño de todo este cochino universo ¿Qué pretendes? —inquirió, entrecerrando los ojos.

Annette conocía lo suficiente a James para saber que no era un alma caritativa que se desprendería fácilmente de su dinero, a menos, que esto le sea conveniente de alguna manera.

—¡Ya sé! Lo que pasa es que quieres que te deje solo, ¡eh! —refunfuñó arranchándole las monedas —. Para desaparecerte y dejarme botada otra vez; no deseas darme la mitad de lo que ganes suplantando a esa idiota, ¿no? —añadió acusadoramente—. Recuerda que soy tu socia; fui quien pateó a esa mujer y te ayudó a cargarla.

«¡¿Cómo que "socia"? ¿Qué niña más insolente!» Pensó James. Sin embargo, buscó el tono más dulce que podía emitir antes de proseguir, sabiendo que debía actuar de forma fría y calculada.

—¿Cómo vas a creer eso, querida? Si sabes que para mí es todo un placer tenerte —casi cantó, provocando una expresión de incredibilidad en la niña. No la culpó porque aquello ni el mismo se lo creyó—. ¿No puedo premiarte por tus excelentes resultados? —añadió con fingida dulzura, esperando que esta vez sí creyera en sus palabras.

—¿Sabes qué?, conmigo no es necesario que mientas, sé cómo eres realmente—contestó Annette, tratando de llevar al fondo de su ser los sentimientos que amenazaban con invadirla cada vez que su padre le confirmaba que su presencia era irrelevante en su vida —. Igual, si no quieres que te acompañe a patear mujeres ¡Dímelo! ¡Me da igual! —exclamó molesta con el dinero en su mano, alejándose de él.

—Tanto problema por gusto, si hubiera sabido que a ella le daba igual, no le hubiera dado nada —murmuró James.

Ya sin la presencia de su hija, se dirigió a la boutique de Madame Dubois lo más rápido que le permitía su magullado cuerpo, teniendo el suficiente cuidado de no abrirse la herida del abdomen.

El vestido a su medida lo consiguió con relativa facilidad y sin gastar ni un solo penique en la boutique, todo gracias a lo que James llamaba "maravilloso don actoral". O eso quería creer para aumentar su ego, ignorando el hecho de que realmente fue solo suerte al encontrarse a Magda, una mujer ingenua, pero de noble corazón, y no Madame Dubois, quien no dudaría en echarlo por su fama de estafador que lo predecía.

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The Closet DressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora