Extra: Lluvia

352 57 16
                                    

El rumor de la lluvia atraviesa la ventana y se cuela en la estancia. Sobre el escritorio, el aroma que sale de la taza humeante de café inunda la habitación.

Unos ojos verdes curiosos observan hacia afuera, hacia las calles mojadas, el pavimento húmedo, las personas caminando bajo un paraguas. Suelta un suspiro y se lleva la taza a los labios, disfrutando de ese pequeño momento de distensión.

—¡Brillante!

Una exclamación y la puerta que se abre lo arrojan de vuelta a la realidad. Abre sus ojos en sorpresa y se para del escritorio.

—¿S-Sherlock?

Mas el contrario, que acaba de entrar, se pasea por toda la habitación revolviendo sus cosas mientras murmura sin parar con un brillo en los ojos que es familiar para John.

—Si salimos por la principal llegaremos en un santiamén —sigue diciendo sin dejar de pasearse y farfullar un «es brillante, brillante» de vez en cuando.

—¿Qué haces? —pregunta John con genuina curiosidad.

«Creo que ya puedo ir desechando la idea de tener una tarde de estudio tranquila», piensa.

—Debemos partir pronto, John. —Cuando menos lo espera, el contrario gira sobre sus talones y se para frente al rubio sin borrar esa sonrisa de entusiasmo de su rostro.

—¿Partir? ¿A dónde? —Sherlock le tiende su abrigo y John se lo pone aún muy confundido.

—Te cuento los detalles en el camino, vámonos. —Es lo único que dice y lo jala de la mano rumbo a la salida, pero John lo detiene.

—Espera, Sherlock, está lloviendo —dice John preocupado.

—¿Problema?

—¡Estás empapado! —exclama, señalando las gotas de agua que escurren de sus rizos.

Sherlock se toca el cabello como si recién cayera en cuenta de ello, pero le resta importancia casi de inmediato.

—¡Eso es irrelevante, John! —exclama, y lo toma de los hombros aun emocionado—. No lo entiendes, me brindaron información muy importante. Esta podría ser la cúspide de todos nuestros casos hasta ahora —comenta atropelladamente y emprende de nuevo su camino, pero John no se rinde tan fácil.

Se escabulle de su agarre y recorre su habitación con premura. Agarra el paraguas y una toalla.

Antes de que Sherlock pueda protestar, John le pasa la toalla por la cabeza y seca su cabello. No puede evitar soltar una risita ante el panorama de los rizos desordenados. No es su mejor trabajo, pero al menos ya no le escurre agua.

Sherlock ya lo está mirando con reproche y sabe que va a empezar a protestar.

—John, ¡la lluvia es lo de menos! ¡El caso! El caso es...

Pero John ya se ha puesto de puntitas y deposita un tierno beso en los labios del contrario, dejándolo pasmado.

Al separarse suelta unas risitas, porque ahora Sherlock tiene las mejillas coloradas. John sonríe, no sabe ni quiere imaginar cómo sería su vida sin Sherlock.

Probablemente demasiado aburrida.

—Muy bien, vámonos —rompe el silencio John.

Sherlock parpadea, lo toma de la mano y avanza primero para guiarlo.

En el camino, John abre el paraguas para cubrirlos a ambos y entonces Sherlock le cuestiona:

—¿No te gusta la lluvia?

John esboza una sonrisa, recordando aquél día de San Valentín.

—En absoluto —responde.

Eso es todo lo que Sherlock necesita.

Fin.

En Absoluto | One ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora