||Eison mi Omega||•MujerAlfaxHombreOmega.

Capítulo 1

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El clima en Woller no era el mejor y eso tenía gruñendo a un lindo Omega que deseaba la llegada del verano.

—Hey, concéntrate o te caerás, lindo —escucho que decían atrás suyo tomándolo esto por sorpresa, dió un brinco que, si no fuera por los brazos que rodearon su cintura se hubiera caído de cara al piso.

El alfa que aún lo sostenía sonrió encantador al ver el lindo sonrojo en las mejillas del Omega.

—Sino te sostenía lo más seguro es que estarías ahora de cara o de rodillas frente a mí, lindo.

Al escucharlo nuevamente el Omega se aparto rápidamente, sintiéndose incómodo con los toques de aquel alfa en su cintura.

—Y-yo ...g-gracias por no dejarme caer, si me disculpa tengo que volver de inmediato a mi puesto de trabajo. —salió prácticamente corriendo de aquel gran salón teniendo está vez cuidado en bajar las escaleras.

Mientras el alfa por otro lado no dejaba de sonreír, aquel Omega en serio le pareció muy adorable al igual que hermoso pero era mucho más resaltante la distracción de éste dado que por su apresurada huida no noto o tal vez ignoro, la forma en la que vestía.

—Príncipe Eidam que gusto tenerlo nuevamente —habló un sirviente acercándose a pasos apresurados.

—Gracias, Darek —se apresuró a decir cuando el joven beta tomaba varias de sus cosas para llevarlas hacía su habitación—. ¿Y cómo está mi madre, Emilia? —preguntó a la alfa que vigilaba junto a otros el pasillo principal del palacio.

Ésta volteó a verlo y realizó una reverencia antes de contestar.

—La salud de su majestad no es la mejor pero muestra una buena recuperación aunque lenta pero se va  recuperando, mi príncipe.

Eso desánimo en parte al alfa ya que esperaba que ante su regreso su madre lo recibiera como era de costumbre.

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Todos se movían de aquí para allá más apresurados que antes confundiendo al pobre Omega que no tenía ni idea de que hacer. La madre de éste al verlo tan perdido como siempre se acercó y lo zarandeo para que le tomara atención.

—Escucha, tú y nueve sirvientes más irán junto a la dama de compañía de la princesa para atenderla durante su tiempo de estadía en el reino de Aracía.

Esto lo confundió aun más, no es que fuera raro que sus alteza visitaran otro reino lo raro ya iniciaba cuando decidían quedarse por un tiempo en este. Porque tanto los reyes como sus hijos no eran personas preferentes de descansar en lugares que no sea el suyo propio.

—Pero si su majes-

Su madre lo interrumpió.

—Se lo que estás pensando, y sí, la princesa se quedará un tiempo allá pero no es mas que para fortalecer su lazo con la princesa de Aracía antes de unirse en matrimonio —explico la Omega de mayor edad.

Entonces ahí recordó, había olvidado por completo que la princesa Abigail se casaba, y por más mala que fuera está deseaba mucho que su unión con la princesa de Aracía fuera lo mejor y le brindará todo el amor que no recibió de parte de los reyes y sus hermanos.

Puede que el reino de Waller fuera uno de los más grandes pero no aseguraba que el lazo que los unía como familia fuera igual a este, desde generaciones a sido así, tanto que podría tratarse como de una tradición. Tanto reyes como príncipes no contaban con ningún tipo de afecto entre ellos, mas parecían unos desconocidos conviviendo bajo el mismo techo que el otro.

La familia real de Waller estaba conformada por seis integrantes: el rey Heydan Alfa, la reina Loer Omega, y sus cuatro hijos; la princesa Sigma Mafer, la princesa Alfa Marycielo, la princesa Omega Abigail, y el último pero único hijo hombre; el príncipe alfa, Eidam.

—Allá tendrán todo el personal necesario para atender a su majestad pero no lo suficiente para brindarle confianza y seguridad como acá —volvió a hablar su mamá.

—Eso es más que obvio mamá —respondió—. Este es su hogar donde puede hacer y decir lo que quiera y a quien sea.

—Sí, hijo, pero como te decía tú formarás parte de los diez sirvientes que irán con ella así que por favor te exijo de la manera más amorosa posible que estés muy concentrado y evites ser muy curioso, eso es tu mayor defecto y el causante de tus problemas, allá no es otro reino de Waller con nuestros reyes ten eso en cuenta.

Empujó la frente de su hijo con su dedo índice en señal advertencia y este asintió prometiéndole mentalmente que evitaría causar problemas.

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