Al borde de una noche

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La lluvia, la lluvia tiene mucho que ver en nuestra historia.

Historia que a veces es nuestra, a veces una imaginación mía. 

Mía la culpa por creer que hay algo entre nosotros, tal vez si hay algo, una distancia de serlo todo y simplemente un juego donde pierdo el equilibrio.

Rosa que proclama varias promesas, promesas como los pétalos que el viento se lleva.

Se lleva esperanzas sin una pausa, se lleva una ilusión de una historia resuelta.

Así es como se siente ahora, mostrar poco y aparentar mucho, porque el que dice sus sentimientos, pierde. Son los reflejos de un corazón dañado, de un niño aterrado, de una mente atada a la traición de un pasado. Asustado al dolor después del amor, no al amor. Así es como se quiere ahora, con miedo a sentir.

Entonces, ¿dónde empieza el amor y termina la idealización? O, mejor dicho, ¿dónde empieza el sueño y termina la locura? 

Solo tú, conmigo al borde de una noche, al borde de un baño donde no sabes cuáles son las lágrimas o cuáles son las gotas de la ducha para acallar sollozos.

Así, sin censura, para sangrar en el papel el doble de lo que los mortales sin dotes de escritura se pierden y los amantes de la lectura aprecian. La sutileza de convertir el dolor en arte.

Entre beber por el trago o contar a las cuantas copas te puedo robar un suspiro. Entre vasos vacíos, sin palabras que podamos confesar y ceniceros sucios con ganas de besarnos lo que dura una calada más.

Como si dejar de beberte, fumarte o pensarte fuera a curarme de ti. Como si todas esas palabras que recitaste en mi cara fueran reunidas y pudiera prenderles fuego. Como si fuera tan fácil borrar a alguien que ya no está en la piel, sino el alma.

Eres como la nostalgia, la llevo en el color de mis ojos reflejados en los tuyos, en cada vez que sin hablarte te digo "te quiero", en cada noche que me atormenta amarte, me desata a pensarte y me embriago en la promesa de un mañana contigo.

Pero sobre todo es que la nostalgia no se mata, nunca muere. Siempre regresas.

Anda, no tienes por qué quedarte, tampoco desgastarte fingiendo que aún me quieres. Los dedos de las manos y los pies ya no me alcanzan para contar que una sola no puede amar por los dos. Un amor breve, parecido cuando soplas un diente de león, donde se desgarra el corazón, tan solo mía fue ilusión.

No tenías por qué hacerme vibrar en cada sintonía vulnerable, tampoco hacerme creer que lo arriesgarías todo por un "nosotros". Desde un principio lo susurré sobre tus labios y aun así ese beso fue mi sentencia de muerte.

Menos mal que lo único que te di, fue todo.

BHR.

Melancolía a medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora