EVENGELIE
Solo faltaban tres días para Navidad y en casa aún no había nada que transmitiera la vibra de la que debía ser la época más importante del año para una familia. Tenía quince días libres para recorrer la ciudad antes de irme a Londres, y aprovecharía este, el primero, para adornar la casa como siempre había querido. Mamá nunca hacía nada para las fiestas; a veces, solo organizábamos un pequeño viaje a algún hotel bonito cerca de casa y eso era todo. Pero esta vez sería diferente. La casa tendría un poco de color.
Mientras caminaba por una de las avenidas más concurridas, con Angel de Massive Attack sonando en mis oídos y un churro lleno de chocolate en la mano derecha, la nariz congelada y los zapatos húmedos porque, de repente, había comenzado a nevar, solo me aseguré de una cosa: no iba a extrañar Japón. Tal vez, después de todo, sí podría vivir tranquila y empezar una nueva vida. Tenía dieciocho años y veinte más de problemas encima, pero quizás mi futuro en Londres lograría borrar el pasado, o al menos, evitar que lo recordara tan seguido.
Aun así, seguía sin poder dormir por las noches. La misma pesadilla volvía una y otra vez. Tan pronto como mis ojos al fin se cerraban, aparecía, arrastrándome de vuelta a la realidad de lo que hice.
Esa noche con mamá en su despacho, tuvimos una conversación que duró más de un día. Solo solíamos para ducharnos y volver. No hubo pausas innecesarias ni adivinanzas, solo hechos. Me contó todo: sus aciertos, sus errores, las decisiones que tomó y las que tuvo que corregir. Me enseñó cómo manejar problemas y, sobre todo, cómo hacerlos desaparecer si volvían a convertirse en una amenaza.
Incluyendo el mío.
Fue ella quien borró el último rastro de lo que pasó en Kioto. Ahora, todo se reducía a dos cosas: la reputación que nos quedaba en la ciudad y la palabra de Hana Hayashi contra la mía.
Y en ambas tenía la ventaja.
Antes de terminar la conversación con mamá, me entregó tres celulares, un par de dispositivos bancarios que generaban contraseñas para transferencias, varias USB con información cifrada, y ubicaciones de documentos y propiedades. Todo meticulosamente organizado, parecía que llevaba años preparándolo, asegurándose de que, si un día ella desaparecía, yo tuviera un plan B. Solo la tenía a ella y a mi abuela. No había más familia. Pero con todo lo que estaba revelando, casi sintiéndose esto casi una despedida, por primera vez esperé que me hablara sobre mi padre o si alguna vez existió, pero no lo hizo. Así que, sin rodeos, le hice la pregunta. Y, sin rodeos, respondió que de eso hablaríamos otro día.
No insistí. Sabía reconocer cuando cerraba ese tema.
Entré en el restaurante donde Natalie me había citado. . Me esperaba junto a alguien que, según ella, me ayudaría con mi cambio de nombre.
Iba en serio lo de empezar desde cero.
Saludé a uno de los meseros que reconocía de hacía algunos años. Este era el restaurante favorito de mamá y por ende, el mío también. Era seguro, discreto y por supuesto, la comida era deliciosa. También porque el dueño era un viejo italiano que sonreía todo el tiempo y se le notaba que amaba a mamá. Él era la única persona en el mundo que lograba hacerla sonreír, y eso era ya mucho decir.
Atravesé el restaurante, era pequeño, con luces cálidas y un olor a ajo, tomate y pan recién horneado que casi hacía olvidar el frío de afuera y que tenía los zapatos mojados. Las mesas eran de madera oscura, con manteles con cuadros blancos y rojos perfectamente alineados. Siempre se sentía acogedor, a veces se sentía más a hogar que mi propio hogar.
A la derecha, un pasillo largo y algo estrecho llevaba a un comedor privado, reservado para los clientes "especiales". Básicamente, para los que querían comer sin mezclarse con los demás o necesitaban sentirse importantes hasta cuando pedían pasta
![](https://img.wattpad.com/cover/285669100-288-k724964.jpg)
ESTÁS LEYENDO
MORTAL (LIBRO I)
RomanceEvengelie "Mortal" West es una deportista de artes marciales mixtas y medallista olímpica en Taekwondo. A sus diecinueve años, ha cometido error tras error sin preocuparse por las consecuencias, hasta que el karma se manifiesta en forma de personas...