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Cuando Tony y Steve se conocieron fue atracción a primera vista.

El hijo único de los Stark nunca pensó que ese hombre del que tanto hablaba su padre era así de sexy, al contrario, él más bien se imaginaba a un hombre muy parecido a los accionistas de industrias Stark, viejos llenos de canas y arrugas, bajos y pasados de peso o muy delgados y altos, pero sin gracia. Al contrario, Steve Rogers parecía una obra hecha por el mismísimo Miguel Ángel, todo ojitos azules, pómulos bien definidos y mandíbula fuerte, por no hablar de su cuerpo bien trabajado que combinaba a la perfección con esa aura varonil digna de un militar como él.  

Por su parte Steve no sabía porque aquel jovencito de ojos brillantes, cabello sedoso y largas pestañas llamaba tanto su atención, porque al contrario de otras ocasiones con otras personas, no le incomodaban sus nada discretas miradas y sus múltiples comentarios picantes, al contrario le causaban gracia y sin poder evitarlo el ego se le subía hasta el cielo cada que lo pillaba mirándolo a la distancia e incluso en alguna ocasión le guiño un ojo a propósito solo para darse el gusto de ver como el hijo de Howard se sonrojaba y le sonreía tontamente.

Ese pequeño juego de miradas, sonrisas y sonrojos avanzo poco a poco hasta que el coqueteo que compartían cada que el soldado visitaba la mansión Stark y que, ilusamente creían que era algo íntimo, fue tan evidente que Howard tomó cartas en el asunto.

—Te pedí que vinieras antes de la gala del sábado porque necesito hablar contigo.

—¿De qué se trata?

—De mi hijo.

—¿De Tony? ¿Qué pasa con él? —preguntó con genuina curiosidad.

—Es lo mismo que quiero saber yo ¿Qué pasa con él? ¿Qué pasa con ustedes?

El cuestionamiento tomó totalmente por sorpresa al capitán e inconscientemente trago saliva con nerviosismo, sabía perfectamente a lo que su amigo se refería, pero por su bien prefirió fingir demencia.

—No entiendo, ¿A qué te refieres?

Howard lo miró serio.

—Steve, yo conozco mejor que nadie a Anthony, se lo encantador y atractivo que es, además de inteligente, me atrevería a decir, sin temor a equivocarme que es la mente más brillante de su generación, mi hijo tiene brillo propio, algo difícil de ignorar, mi Tony es un lecho de virtudes. Todo eso lo tiene por herencia, debo decir. —el rubio no pudo evitar notar el brillo que llenó los ojos del millonario—Pero también se lo imprudente y lo sumamente coqueto que es, algo que se podría pasar por alto en algunas situaciones porque es joven y no mide consecuencias, pero ¿y tu Steve? ¿Qué te justifica a ti?

—Howard no te estoy entendiendo. —respondió con nerviosismo.

Por su parte el mayor de los Stark suspiró con fastidio.

—Me refiero, capitán Rogers, a que llevo muchísimo tiempo trabajando en el ejército de los estados unidos creando armas y ayudando a trazar estrategias y gracias a eso conozco a los altos mandos...

—Algo que tenemos en común. —interrumpió empezando a molestarse por la dirección que empezaba a tomar la situación.

—Con la diferencia de que mi relación con tus jefes viene de generaciones y no solo es laboral. —dijo tajante—Y cómo te decía, he adquirido muchísima experiencia, he visto cosas desde antes de que tu nacieras, se cuáles son los comportamientos habituales en los soldados.... Tengo la certeza de que tú eres diferente y quiero aferrarme a eso, Steve eres mi amigo y te aprecio como un hermano, pero Tony es mi hijo, mi mejor creación y soy capaz de todo por él. —le hizo saber con su tono más amenazante.

M de MorganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora