Era inicios del año 2020, me encontraba en el hotel Gran Melià en Caracas, observando desde lo alto el paisaje de la ciudad. En mi mente estaba la escena en la que Andrés me decía que se iría del país, que su nuevo rumbo es a Chile. Y yo que iba a hacer solo en la ciudad, si mi familia estaba en el estado Zulia.
Contaré mi historia con Andrés.
CUATRO AÑOS ANTES.
El sabor de la juventud, noches de fiestas y alcohol era lo que mi amiga María le gustaba. En cambio, lo mío era estar en casa y ver series de amor.
Era el 2016 una noche del mes de septiembre mi amiga me invita a salir a una discoteca, ya había cumplido 18 años una semana atrás. Acepté gustoso, llegamos a ese lugar en la ciudad de Maracaibo (estaba viendo con mis padres en el Zulia) entre humo y personas bailando María me presento a Andrés.
Lo observe, mis ojos quedaron hipnotizados, el chico me gustó: era esbelto, piel blanca, cara de chico malo. Sin embargo, al saludarme, salió un arcoíris de su boca. Miré a mí amiga y le susurré al oído—ese chamo es gay—ella me sonrió y me llamó loco.
Odioso, sí que era odioso. Traté de hacer amistad esa noche con él, pero me ignoraba el condenado. Aunque pienso que le echaron algo a mi trago, porque yo no soy de estar detrás de una persona.
Recuerdo que me fui a casa ese sábado por la madrugada, mis padres estaban descansando. Estando en mi habitación tenía una necesidad, una erección, creó que sería por el licor. Yo era virgen, no había tenido relaciones íntimas ni con una chica ni con chico. Únicamente conocía el manoseo con mi miembro. Esa noche busque un video ya saben de qué, y terminé en el cielo.
Esa misma noche busqué a Andrés por facebook y le envíe la solicitud, los días pasaron, no aceptó mi solicitud de amistad. Lo dejé en el olvido. Inicié la universidad, estudiando Comercio. Al salir de recibir el horario salí a caminar por los pasillos y por cosas del destino, choqué cara a cara con Andrés.
— Hola... ¿Cómo estás? Si me recuerdas— le insinúe mientras sonreía con delicadeza.
Él divagó un poco, estaba confundido, pero al final respondió— sí... Te recuerdo de la discoteca, eres...
— ¡Sí! Soy Carlos —respondí.
Después del encuentro en los pasillos de la universidad percibí que no le importaba al chico. Así que di mi brazo a torcer, continué con la ilusión guardada, eliminé la solicitud de amistad y olvidé todo lo que imaginé con él.
Los días se iban volando, el calendario dio un salto a octubre. María me había invitado a su casa, de tanto insistir fui ese jueves por el mediodía, quería nadar.
La casa de María era como esas mansiones de las niñas ricas de telenovelas. Aunque mi amiga era más alocada y humilde, tuvo suerte con el padrastro empresario. Me recibió su mamá, ella me invitó a pasar hasta el área de la piscina.
Ahí se encontraban María, su novia en secreto "Estela" y por casualidad Andrés. Él cantaba a todo pulmón un vallenato que sonaba en el radio y tomaba de la cerveza.
Me dieron ganas de reírme, porque él es un chico frío, serio y hasta tímido. Ver esa faceta después de unos tragos que llevaba encima, me encantó. Caminé hasta donde estaban las chicas y le pregunté a María que le pasaba a Andrés. Me dijo que estaba un poco mal con la novia.
Ya podía comprender su actitud, traté de no acercarme a él. Por lo visto era hetero y no quería ilusionarme aún más. Según lo que leí en las redes sociales, que enamorarse de un hetero es joderse la vida. Me quité la ropa hasta quedar en bóxer para ir a nadar, sin embargo, tomé asiento a la orilla de la piscina para sacarme fotos.
— Carlos... ¿Verdad? — Confundido quedé, mi cuerpo se erizó y un olor a licor percibió mi olfato— no te enamores... No lo hagas... El amor es un asco—hizo una pausa— ¿Puedo sentarme contigo?
ESTÁS LEYENDO
ʀᴇᴛᴀᴢᴏs ᴅᴇ ᴀᴍᴏʀ
RomanceCesar y Carlos, dos historias de vida distintas, que se cruzan para sanar. Autor: Jesús Semprún