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Sigo las indicaciones del dibujo de Bo-ra hasta detenerme ante la fachada acristalada de un club deportivo de alto standing.

Dos chicas me empujan al adelantarse para entrar antes que yo. Hago una mueca a sus espaldas, procurando no sentirme intimidada por sus cuerpazos y su ropa. Solo sus zapatillas tienen el valor de mi armario entero, y su cintura no pasa de la talla treinta y seis.

Entro detrás de ellas y tengo que esperar en la recepción mientras cotillean con la empleada, otra muchacha de pelo rubio, maquillaje perfecto y cuerpo de maniquí. Cuando llega mi turno, la chica me repasa con una mirada profesional, que no delata mucho interés. Supongo que está calculando en su mente mi tabla de ejercicios, y que necesito bajar los muslos. Quiero enseñarle mi culo, del que estoy bastante orgullosa, para averiguar con qué comentario me agrada, pero recuerdo mi propósito.

—Estoy buscando al señor Thompson. Cristopher. Soy Brenna Abernathy.

Asiente con un gesto de cabeza.

—Terminará la sesión de boxeo en diez minutos. Si es tan amable de esperarlo...

—No. No soy nada amable —la corto—. Quiero verlo ya.

La chica me sonríe con tensión.

—Por supuesto. Está en la sala número cinco. Por el pasillo, a la derecha. Le abriré la barrera.

Le doy la espalda sin despedirme, cuando escucho su voz.

—Enhorabuena por haber ganado Matched, señorita Abernathy.

Me detengo un momento y mascullo un "gracias", antes de buscar la sala número cinco. Entro sin haber llamado antes. Aunque lo hubiese hecho, los ruidos impedirían que los de dentro me escucharan, Christopher incluido. Hay un cuadrilátero, varias máquinas, sacos colgando del techo, correas y un montón de otros trastos que no sé para qué sirven. La decoración me trae a la mente un cuarto de tortura. Suelto un gruñido y me centro en el cuadrilátero, donde dos chicos se pegan a golpes con furia. Uno de ellos es de color, por lo que distingo bien al otro. Christopher. Lleva un short demasiado corto y guantes de boxeo. Nada más.

¡Madre del amor hermoso! Inclino la cabeza y frunzo el ceño en el intento de absorber el paisaje con lujo de detalles. ¿Eso es lo que esconde bajo los trajes?

Suena un golpe tremendo y el chico de color se desploma contra las cuerdas. Christopher sonríe, le ofrece el brazo para ayudarlo a levantarse y comenta algo, pero no escucho qué. No obstante, noto el momento cuando me ve, pegada a la puerta, como me he quedado.

—¿Brenna? —exclama—. ¿Qué...? —Vuelve a hablar con el otro chico y después pasa por debajo de las cuerdas, salta y se encamina hacia mí.

Me pego más a la puerta mientras él agarra una toalla y se la coloca alrededor del cuello. Que afortunado trozo de tela.

—¿Estás bien? ¿Qué haces aquí? —inquiere cuando llega a mi lado.

De repente me doy cuenta que me he apresurado, y que podría haber esperado para hablar con él cuando terminara su sesión. O mañana. O el próximo siglo. Recuerdo la conversación con su hermano y entiendo que debería haberme preparado mejor.

Me aclaro la voz.

—Bo-ra me informó que no estás disponible hasta mañana —digo, siguiendo con la mirada unas gotas de sudor que se deslizan desde su clavícula, por el pecho.

—Es verdad que paso por una época bastante ajetreada, pero encontraré tiempo siempre para ti.

—Entonces ella es la elegida. —Su compañero de cuadrilátero se nos ha acercado—. Enhorabuena. —Golpea a Christopher en el hombro y me dirige una sonrisa afable—. Un placer conocerte, Brenna, soy Charles. Cuando quieras patearle el trasero a este, ven a verme y te enseñaré unos movimientos.

Las Cláusulas del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora