Flor de un día

El primer día del resto de nuestras vidas

My mind don't need it but my body do

a little bit of loving and attention for you
although we're only strangers they don't need to know

i gotta cum clean, ooh, i got a crush on you
(The Clash)

Ya había pasado una semana desde aquel juego del destino que lo había puesto en el mismo lugar que el chico rubio, quedando como una simple casualidad del momento, ya que desde esa oportunidad no lo volvió a ver, ni si quiera tuvo algún indicio de él, incluso llegó a pensar que todo había sido una creación de su mente, tal vez un sueño, o al menos esa era la única explicación viable para aquel extraño y alegre día que tuvo, aunque, a su suerte, había un vaso de café, que no sabía exactamente por qué aún no lo botaba, acumulando polvo en su escritorio, el mismo que le servía como única prueba de que todo lo vivido ese día había sido real.

Se colocó la camiseta de Nirvana que su hermano le había dado en navidad, la camisa azul de cuadros que le sentaba bien, los pantalones grises que le combinaban bien con su cabello y la chaqueta de jeans que usaba casi a diario por lo mucho que le gustaba. En su personal estéreo sintonizó su caset aleatorio para luego mirarse al espejo y comprobar si se veía bien, tras eso peinó su cabello que lo tenía hecho un desastre «Tal vez ya deba cortármelo» pensó mientras tocaba las puntas que le llegaban hasta la mitad de la nuca. Miró el reloj de la pared que le señalaba de que ya era momento de irse o se atrasaría, colocó el protector solar sobre su piel junto a sus lentes de sol y salió de casa.

Comenzó a caminar al ritmo de Queen, coreando "Don't stop me now" como si se tratara de su propia canción o el himno de su vida, intentando controlar el no hacer movimientos exagerados como reacción al éxtasis que le provocaba dicha melodía, ya que la gente podría señalarlo como alguien que había perdido el juicio, aunque su corazón le pedía bailar y cantar tan fuerte como se le hiciera posible, sin embargo, decidió comer un chicle para ahogar esos deseos, aunque eso no fue suficiente, sucumbiendo varias veces ante sus deseos artísticos, haciendo pasos de baile disimulados, caminando mientras se movía al ritmo de la música y gesticulaba la letra.

Decidió cortar camino por aquella plaza en la que hace una semana se había caído, mirando de reojos la banca blanca que estaba junto a la fuente, deteniéndose unos minutos para sonreír mientras recordaba su desayuno improvisado de ese día y seguir rumbo hacia su destino con un poco más de prisa, pues apenas le quedaban 10 minutos para estar allá.

Llegó hasta su destino: El preescolar Winterhill, ese que se veía mucho más elegante y antiguo de lo que se había podido imaginar. Su infraestructura era la de una mansión victoriana, cuyo antejardín estaba decorado con arbustos recortados prolijamente a la medida, marcando el sendero que lo llevaba hasta la puerta principal, en la cual había una maestra de rostro estirado entregando a niños completamente uniformados con un pantalón gris los niños o un kilt púrpura las niñas junto a una corbata del mismo morado que la chaqueta y el gorro que portaban, dando la impresión de que en este lugar nada se salía de la norma o del protocolo que tenían, bueno, nada excepto él que, a diferencia del resto de los presentes, era el único que no vestía una ropa elegante o formal y mucho menos cumplía con aquella apariencia de gente de alta alcurnia, a pesar de que su familia paterna sí era adinerada, pero ellos jamás se habían comportado como tal.

— Buenas tardes... —Le dijo a la maestra que estaba en la puerta tras acercarse hasta allá.

— Buenas tardes, ¿Su nombre? —Preguntó con arrogancia, mirándolo desde los pies hasta la cabeza con un gesto juzgador.

— Yo soy Berbi Aeneas, un gusto, he venido a buscar a...

— Oh, en seguida viene Kyo —Su rostro cambio completamente por uno risueño que hasta incluso le permitía aparentar tener apenas unos 25 años y su tono fue amable, sin embargo, el albino no estaba entendiendo nada «¿Quién era ese niño y por qué lo estaban llamando?»