Villancico de las campanas

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La ciudad fue cubierta de nieve, congelando aceras y ventanas por igual. El irregular sonar de unas campanas apenas fue audible con el sonido precipitado y constante de las bocinas de cientos de automóviles atascados en el tráfico; el invierno trajo consigo también la temporada de compras desesperadas y la pelea anual por los juguetes en las tiendas, las panaderías se llenaban de transeúntes cansados y helados hasta los huesos, quienes se regocijaban con una dulce pieza de pan y un espumoso café o un delicioso chocolate caliente.

Los faroles se encendían cálidos a lo largo de las banquetas, y luces de colores titilaban alegremente, iluminando con su resplandor a los habitantes de la siempre imparable Megapolis, todo parecía perfecto.

Todo, excepto para tres chicos quienes se aferraban a sus viejos abrigos raídos y remendados, el más grande de los tres, pero sin llegar a ser siquiera un adolescente todavía, iba en el centro del trío; su flamante cabello pelirrojo parecía aplastado contra su cabeza, disfrazado como un típico diablo de cuentos, los cuernos falsos en su cabeza se agitaron con el viento frío del anochecer, arrastrando con fastidio un tridente de mala calidad que encontró en alguna tienda de baratijas. A su derecha, una chica de cabello negro desaliñado, vestida como un ángel, alas falsas sobresalían desde detrás de su espalda. Por último, un chico a su izquierda, este no tenía atuendo alguno, un viejo abrigo amarillo y un deshilachado gorro rojo, una vieja bufanda azul fue lo único que ayudó a cubrir su cuello, todo su cuerpo temblaba mientras los tres niños caminaban cuesta abajo.

—Bien, eso fue un desastre— Resopló Redson, ignorando en lo posible el frío de su piel, la niña asintió, pateando un cúmulo de nieve en el proceso, el más joven resopló divertido.

—Oh, vamos, chicos, no fue nuestra mejor noche, ¡pero eso no quiere decir que así sea siempre!— el azabache trató de animarlos, en medio de un castañeo de dientes, se paró delante de sus dos amigos, extendiendo los brazos con una brillante sonrisa, ambos chicos lo miraron escépticos, Mei suspiró decaída, rodeando a su mejor amigo para continuar el camino, el demonio la siguió.

—Acéptalo, MK, a las personas no les gusta nuestro show, apenas y conseguimos unos cuántos yuanes— exclamó la de mechas mientras agitaba una lata, el sonar de unas monedas al pegar contra el aluminio picó con irritación en los oídos del más bajo.— esto ni siquiera será suficiente para comprar la cena— como si fuera una señal, el estómago de los tres rugió con fuerza.

Salieron de la zona agradable de la ciudad, cruzando por los barrios bajos de Megapolis, la diferencia fue bastante notoria, ventanas rotas por todos lados, barriles encendidos a modo de fogatas, campamentos improvisados de gente sin hogar y casas de cartón estaban esparcidas por toda la avenida. Pronto el asfalto se convirtió en tierra, cubierta por la nieve, la entrada al bosque parecía aún más tenebrosa una vez que la noche se cernió sobre el cielo.

Los niños tragaron saliva, Mei sacó de su costado un farol, extendiéndosela en dirección a Redson para que la encendiera. Una débil llama salió de entre sus dedos, lo suficiente para hacer que la flama en el interior ardiera e iluminara un pequeño círculo alrededor de ellos.

Sus zapatos se hundieron en la nieve, acurrucados el uno al lado del otro, cruzaron el sendero boscoso hacia su hogar, una vieja cabaña de madera en lo alto de la montaña, los niños la reclamaron como suya ya que nadie más se atrevía a entrar en esos lares. Los ancianos contaban que en ese lugar pasaban cosas extrañas, las nubes se movían como si alguien las dirigiera, y las sombras sonreían y se burlaban en lo profundo de la oscuridad.

Sea como fuese, la cabaña era el único lugar que estaba dispuesta a abrigar a los dos humanos y el demonio de fuego.

El mayor de los tres metió una mano en su bolsillo, sacando una llave semi oxidada, hizo girar el pestillo del interior, abriéndose paso al interior de la estancia, Mei entró arrastrando los pies, ambos niños con las cabezas agachadas y los estómagos rugiendo. MK los miró con pesar, haciendo un esfuerzo por alegrar a sus amigos.

Crónicas de invierno: Winter King & Shadow Bell DemonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora