—Te extraño.
Chuuya se paraliza, sus dedos casi dejan caer el teléfono que ha estado sujetando contra su oído. ¿Había sido él? ¿Había sido Dazai o él quien hubo dicho eso?
Hay silencio del otro lado. Hay silencio en ambos lados de la línea, en realidad. Y Chuuya quiere cortar la llamada y desaparecer. E ir a beber lo más fuerte de su colección de vinos de un tirón, hasta que olvide las palabras. Y golpear a Dazai, por si acaso.
«Porque no pude haber sido yo», se dice Chuuya. Ciertamente lo estaba pensando, pero- ¿lo estaba pensando? De cualquier manera, está seguro de que nunca podría escapársele algo como eso, no de esta forma. «Así que no pude haber sido yo», vuelve a repetirse, en un intento de convencerse.
Quizás fue Dazai. Sí, habrá sido él, tratando de joderlo. Es la clase de broma que él haría, la clase de mentira que diría como si nada. Pero, ¿por qué lo haría, en primer lugar? ¿Por qué habría de jugar con algo así, si es tan obvio, tan evidente que...?
Que no es gracioso, piensa Chuuya. Y no es verdad, para ninguna de las dos partes. No puede serlo. Aun así, en algún lado de la línea, alguien se ríe y alguien suspira. Y alguien dice, después de un silencio:
—Te extraño, también.