1. Parte única.

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Messi, aunque sea Omega, no le tenía miedo a todos los Alfas que se cruzaba en la cancha de fútbol. Cuando ganó el partido a los Alfas y Betas Mexicanos, caminó victorioso con una sonrisa de oreja a oreja, celebrando con todo su equipo. Todos los Mexicanos lo vieron celebrar, aumentando su odio hacía el Argentino, también a sus compañeros, pero en especial a él.
Menos Ochoa, que lo observaba curioso. Lionel siempre hacia ver cómo si él estuviera bien y fuera fuerte todo el tiempo, pero él sabía que no. Y lo más importante, sabía que Messi no era Alfa. Sospechaba de ello, ya que cuando se saludaron de abrazo amistosamente, pudo sentir fuerte el aroma a medialunas de la Pulga.

Quería decir que le repugnaba, que lo odió, que no quería volver a olerlo en su vida, pero era mentira. Su Alfa interior deseaba acercarse al menor de nuevo y volver a sentir ese exquisito olor. Su respiración se agitaba al ver a Messi cerca de otro Alfas, temía que pudieran oler lo que él y sentir lo que él estaba sintiendo. Pero lo único que podía hacer era maldecir a lo lejos, mientras se cambiaba en los vestidores.

Cuando terminó de bañarse y cambiarse, esperó en la salida de los vestidores de los Argentinos, para poder volver a saludar a Lionel, aunque sea una última vez. Luego de saludar a todos los jugadores, se sorprendió al no ver al Omega por ningún lado. Al percatarse que ya habían salido todos los demás, entró para buscar al menor.

Y ahí estaba, Messi buscando en su casillero algo con desesperación. Al oír los pasos de Ochoa, giró asustado. Retrocedió unos pasos, con terror recorriendo su cuerpo.

—¡No huelas, no respires! —gritó desesperado el Argentino. El Mexicano, haciendo caso omiso, aspiró todo el aire que pudo. Fué una mala idea. Sintió todas las feromonas de Messi por todos lados. Ahora su cuerpo de verdad se estaba volviendo loco.

Sin poder controlarlo más, se acercó, dando pasos lentos y tortuosos hacía el menor. Lionel tapó su cuerpo, intentando hacer que su olor deje de escapar de sí mismo, pero era imposible.

El Argentino al sentir el aroma del Alfa cada vez más cerca, comenzó respirar más profundo. Su celo también le estaba quitando toda su cordura, de verdad necesitaba a alguien para desahogarse, pero no podía hacerlo con su rival, no con él.

—Para... Si me dejás encontrar mi supresor, vamos a estar bien. Andate y déjame buscar —intentando mantener la cordura, el menor apoyó su mano en el pecho del mayor para poder empujarlo y alejarlo de él. Pero Ochoa tomó la mano de Messi y la apoyó contra la pared, hizo lo mismo con todo el cuerpo del Omega, que ahora se encontraba acorralado por el Mexicano.

Guillermo, con toda la alegría del mundo, se acercó al cuello de Messi y comenzó a embriagarse con ese aroma que tan loco lo volvió desde la primera vez que lo olió. Y con su otra mano comenzó a acariciar la cintura del Omega.

—¡Soltame pelotudo! ¡No... No quiero! —hablar sin soltar algún sonido extraño ya se estaba volviendo un trabajo complicado para el jugador Argentino. Apoyó su mano libre en el hombro del Mexicano para intentar controlarlo, pero no sirvió de nada, estaba perdiendo fuerza en su cuerpo, en especial en sus piernas, que comenzaban a temblar.

—Yo pensé que... —comenzó a hablar Ochoa, con una voz ronca—, serías un beta tal vez. Pero nunca pensé que serías un Omega con un aroma tan delicioso. Quiero oler más.

—¡Posta, cállate! Tú olor es horrible —mentía, estaba mintiendo. El olor de tequila del Alfa lo estaba poniendo de forma extraña, también quería sentir más de eso. Pero sabía que estaba mal, que no debía hacerlo.

—Yo sé lo mojado que estás. Déjame tocar un poco solamente —pidió con su voz de mando, mientras su mano se colaba por debajo de la camiseta del Argentino—. Juro que solamente quiero tocar y oler. No voy a meter nada.

Ese Omega es mío. || Ochoa x MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora