(5) "Somebody that I used to know"

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Narrador omnisciente

Mientras la tailandesa lamentaba todas las decisiones que hizo alrededor de toda su vida, una poderosa coreana pelinegra no dejaba pensar en ella, ni siquiera estaba prestando atención a la fiesta a la que había asistido, aunque estuviera hablando con alguien no podía escucharlo bien, debido a la persona que seguía en su cabeza.

"¿Estoy en un sueño? No, imposible, ya me he pellizcado varias veces" pensó la coreana.

-Irene, ¿me escucha?- cuestionó su fiel empleada y colega, haciéndola salir de su trance- ¿Te sientes bien? Te notó un poco distraída.

-Sí, solo me duele un poco la cabeza, creo que habrá sido el champagne- mintió. Le dolía la cabeza por cierta tailandesa-, lo mejor será que me vaya a casa.

-Oh, me encantaría acompañarte, pero...-

Irene la interrumpió- Está bien, me iré sola. Si alguien pregunta, diles que me sentía mal- le sonrió-. Gracias por encargarte de la fiesta. Nos vemos el lunes.

Quiso irse rápido del lugar para poder procesar todo lo que había pasado esa noche, pero mientras se dirigía hacia la salida, se topó con la chica que saludaba muy amistosamente (a su gusto) a la persona que aún provocaba que su corazón acelerara. No pudo evitar observarla de la peor manera posible hasta que se fue del edificio.

Sabía que no era lo correcto, pero era muy egoísta y sobreprotectora cuando se trataba de ella.

No le gustaba imaginar todas las personas que se habrán fijado en su apreciado amor, aunque sabe perfectamente que habrán sido demasiadas arpías atrás de ella y no por su culpa; de por sí, ella ya te atrae con su belleza y cuando la conoces, te cautiva con su personalidad. Le causaba rabia pensar en esas inmundas personas que habrán puesto un ojo en ella y más ahora, que envejeció como un buen vino: su larga melena negra, su aumento de estatura, su ejercitado cuerpo, sus facciones ya maduras. Porque sí, la habrá visto poco tiempo, pero gracias a esos pocos minutos pudo observarla de todas maneras posibles como si de una obra de arte se tratara.

No era la misma Lisa que había conocido, recién llegada a Corea, tierna e inocente. Esta era una Lisa más crecida y con una mirada astuta. De tan solo pensar en eso, su corazón acelera.

-Señorita Bae, ¿se encuentra bien? La noto pálida y está respirando muy rápido- preguntó su chófer personal.

Puso una mano en su pecho para poder controlar los latidos de su corazón- Eh, sí, sí, usted lléveme a casa.

El chófer asintió y siguió el camino en silencio. Ya era la segunda persona que preguntaba por su bienestar en poco tiempo y casi se rie al darse cuenta cuánto afectaba Lisa todo su organismo. Ella era su debilidad y eso ya lo había asumido. Por lo que entendía el porqué se encontraba con todos estos sentimientos encontrados; no estaba preparaba para verla.

Pero, Dios, lo necesitaba.

-Llegamos- anuncio el conductor.

-Gracias por traerme, deje el auto en el estacionamiento y dele las llaves al portero- su empleado asintió y ella salió del auto para dirigirse a su penthouse.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, no pudo evitar mirar a su alrededor y no sentirse sola, cuestionándose como hubiese sido su vida si Lisa aún se encontraba al lado de suyo. La nostalgia la indundo y optó por ir a su habitación donde todavía habían fotografías de las dos. Tomó una de las primeras fotos que se habían tomado juntas y sonrió mientras algunas lágrimas ya se formaban en sus ojos. Ni siquiera eran pareja en esa foto.

 Ni siquiera eran pareja en esa foto

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My First Love (Lisrene)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora