—Despierta.
—Despierta.
—Despierta.
—¡¡¡DESPIERTA!!!— Como odio esa palabra, cada mañana, día a día, no se quien tuvo la horrible idea de crear un reloj despertador.
Apagando el reloj me siento sobre mi cama, aun medio dormido, trato de alcanzar mi teléfono móvil de la mesita de noche, perdiendo así el equilibrio, me golpeo en la quijada con el filo de la mesita, —HIJA DE PERRA— maldigo, levantándome del suelo, con mi móvil y un tanto malhumorado, me dirijo al baño, como de costumbre cada mañana, viéndome al espejo, noto mi aspecto habitual de las seis de la mañana, mi cabello negro, crespo, parece un arbusto que no se ah podado en años, mis ojos cafés oscuros, decaídos y cansados, lo único rescatable en mis aspecto es mi sonrisa, única e inigualable; pero sería mejor no hablar del aliento...
Salgo del baño, en mi toalla semidesnudo, entre toda mi ropa elijo un conjunto de ropa negra para días fríos, preparo un chocolate caliente y me siento en el comedor, revisando mis mensajes, leo en la bandeja de entrada:
NATH<3
—Hola Russy
—Hoy puedes llegar un poco antes?
—Te veo en los lockers
—Tengo algo que decirte ;)
No me tomo ni dos minutos terminar mi chocolate, arregle mi cabello muy rápido con mis manos, tome mis llaves, mi maletín y mi móvil; en el parqueadero tomo mis dos cascos, mientras mi motocicleta, calienta su motor, y yo me coloco los guantes para manejar.
Me tomo quince minutos llegar a la universidad y otros cinco en llegar a los lockers.
En ese momento la vi, vi a aquella chica, sus espectaculares ojos cafés claros, sus lentes que la hacen la hacen ver muy atractiva, su saco negro con el logo de la banda Slipknot, y una falda que dejaba ver sus piernas con sus medias de malla, ella es Natasha mi compañera, quien a pesar de ser un poco más baja que yo, tiene tanto poder sobre mí, que me deja helada la espalda, por desdicha ella no está enterada de eso.
—Oye estas bien?
—Te ves súper pálido
Nath se me acerca a tocarme la cara preocupada, cree que tengo algo raro y ella es la culpable de eso.
—Tranqui, estoy bien, debió ser el frio del viento— respondo tomando su mano para saludarla.
—No no no, deja de ser tan seco, cuantas veces debo decírtelo— se me lanza encima abrazándome por sobre los hombros y agarrando mi cintura con sus piernas.
—Ahora llévame a la cafetería— me ordena, mientras cruza hacia mi espalda para que la cargue todo el camino.
Y yo como el pobre enamorado que soy, obedezco.
Llegamos a la cafetería, que por ser tan temprano esta vacía y no hay nadie alrededor, nos sentamos y ella saca de su mochila, un recipiente hermético, y comienza a sacar su desayuno y el mío como es habitual, pero nunca a esta hora; comienzo a comer y ella igual, estamos juntos y en silencio comiendo como un par de antisociales.
—Russell tengo algo importante que decirte, desde hace mucho tiempo.
Siento una estocada en mi cuerpo, un escalofrió que me recorre de arriba abajo.
—Dime, te escucho...
...