Goliat.

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 Es fácil pensar que el horror solamente asoma su pálido rostro a las personas de cuerpos desvencijados y enfermos; A aquellos que aquejados de dolores inenarrables y acusadas incomodidades contemplan puntos fijos con los ojos desconcertantemente abiertos, sus bocas medio cerradas y su aliento contenido. 

 Es fácil, pero no necesariamente cierto. 

 Soy joven y sano; nunca tuve demasiados inconvenientes, todos mis seres queridos se encuentran en perfectas condiciones y, si bien nunca sobró nada en casa, jamás pase hambre. 

 Es verdad, pero no necesariamente cierto. 

  Aquí estoy, un 31 de abril de año bisiesto, cara a cara con el horror, preguntándome cómo fue que llegue a esto.  

 Me desperté temprano, sonaba la decimoctava campana, los grillos croaban. Con la boca seca, la almohada pegada en la cara y mi brazo izquierdo entumecido me dirigí al baño.  Entre tantos blisters tarde en encontrar el cepillo de dientes; moje mi cara con el agua congelada, me arregle el pelo y creo recordar que me lave los dientes. Pensé en Camus, en que lo contrario al suicida es el condenado a muerte y en que hasta los presidiarios se cepillan los dientes luego de la ultima cena. Me abrigue y salí a la calle. Desayune en el taxi que me llevo al museo donde expondrían mi trabajo. El frío, los guantes, los paraguas y los tonos azules inundaban todo. Costaba creer que fuera tan tarde.  Espere a que el taxista me pagara y me baje apresuradamente. Tome el portafolios y me dirigí con total presteza  al patio de juegos. Tome mi café y fume un cigarrillo mientras veía como los niños correteaban por todos lados exigiendo la atención de sus padres mientras ellos tomaban sus propios cafés y jugaban con sus propios temas de charla. Me detuve en observar que la diferencia entre el juego y el trabajo es que el juego es algo que realmente es serio y que implica un compromiso performático total con cada carácter que busca representarse. Un baquero, una princesa o un ladrón son temas serios, un mesero, un banquero y una soltera definitivamente no lo son. Si algo tienen en común todos los trabajos del patio de trabajos son los gritos, eso si que es indiferente de cualquier seriedad o edad. Termine mi infusión y me apresure, ya no soportaba el ruido.

 Habiendo terminado de tomar mi té me decidí a entrar en la galería donde expondrían mi juego. 

 Todo funciono de maravilla. 

 Mientras regresaba a mi casa tal como había venido, aproveche la caminata para pensar en todo lo bello de la vida. Afortunadamente la caminata fue corta. 

  Introduje suavemente la llave en la cerradura, la gire con paciencia porque amo escuchar el sonido mecánico del perfecto sistema que constituye todas las cerraduras. Me metí adentro, me quite las pantuflas, estaba todo muy oscuro. Colgué la gabardina y el sombrero detectivesco que tanto me gustan usar en mi trabajo y prendí otro cigarrillo. Acaricie a mi gata, busque el cenicero y puse a calentar agua para el café. La llama azulada-amarillenta del fuego fungía como única luz en el departamento. Me senté frente a la computadora y en ese preciso instante lo vi. 

 Lo contrario al suicida es el condenado a muerte. ¿Cuánto más de vida puede quedarle a un viejo enfermo como yo?, ¿Cuánto tiempo más puede sostenerse este juego de quien soy?, Esta no es mi casa, ni mi gata, ni mi café, ni mi museo. Nada de esto tiene sentido, al final solamente hay oscuridad y todo intento por describir el horror solamente es un inútil y baladí esfuerzo ejecutado por mi, por mi pensamiento, por mi lenguaje de narrar lo inefable, por aprehender lo inaprensible, por ver más allá de la univocidad que enmascara cada ente, no hay sustancias, no hay razones, solo acontece y el primer gran invento, la gran narrativa es este acontecer de imágenes que se desvanecen, a las cuales les digo yo que soy yo. Y sin embargo me cepillo los dientes después de mi ultima cena, me confieso ante el horror, porque es lo único certero, porque no hay nada detrás de el y porque es lo que fue, lo que es y lo que será. Nada mas que horror, vació y frío horror.  Qué quedaría del mundo si toda cabeza fuera cercenada. Un juego de luces y sombras, un atisbo de hipocresía. Y sin embargo habrá un día que llegara, si no es que lo ha hecho ya del todo, el pequeño David del absurdo le cortara la cabeza al horrible gigante  de la razón, Goliat. . 


TestaWhere stories live. Discover now