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Me llamo Katherine, tengo 18 años y vengo de Venezuela, aunque desde hace dos años vivo en España. Mi piel es cálida, mi cabello dorado y largo, y mis ojos son de un profundo color café. No me considero ni particularmente hermosa ni fea, solo una chica común. Aunque, a veces, mi mejor amigo en Venezuela solía llamarme "una potra buenota y empoderada", un cumplido que siempre me hacía sonreír aunque no lo creyera del todo.

En España, mi mejor amiga es Sofía, una joven de mi misma edad. Sofía es todo lo que yo no soy: ojos oscuros, cabello color chocolate y piel blanca como la nieve. Su energía es contagiosa y siempre está llena de alegría. Nos conocimos en el avión que me trajo a España; ella se sentó a mi lado y comenzamos a charlar. Con mi humor venezolano, la hice reír y desde entonces somos inseparables. Ella conoce todos mis secretos y yo los suyos.

Me mudé a España para escapar de la presión familiar. Siendo la menor de ocho hermanos, siempre me sentía bajo el ojo vigilante de todos. Cada acción, cada decisión, siempre era criticada. Decidí buscar mi propio camino. Desde los 16 años, escribo novelas en internet, lo que me ha permitido ganar algo de dinero. Además, trabajo como asistente en una compañía gracias a Sofía, mientras termino la universidad.

Hoy es el cumpleaños de Sofía, y su casa está llena de amigos y familiares. La señora Rodríguez, su madre, ha preparado una fiesta hermosa, llena de luces y decoraciones. El ambiente está cargado de risas y conversaciones animadas. Estoy conversando con algunos amigos cuando Sofía se acerca con una sonrisa radiante.

— ¡Kati! —exclama Sofía, abrazándome—. ¡Ven, quiero presentarte a alguien!

— ¿A quién, Sofi? —pregunto con curiosidad, aunque sin mucho entusiasmo.

— A mi hermano, Alejandro. Ha venido especialmente para mi cumpleaños. ¡Por fin podrás conocerlo!

— Qué bien, nena —respondo con una sonrisa forzada.

— Dale, Kati, ven a saludarlo —insiste Sofía, tomando mi brazo y arrastrándome hacia la entrada.

— Sofi, no es necesario. Seguro que tiene cosas más importantes que hacer que conocerme.

— ¡Tonterías! Estoy segura de que se llevarán bien.

La puerta se abre y entra Alejandro, alto, con cabello oscuro y ojos profundos. Lleva un regalo en la mano y su presencia llena la habitación. Nuestros ojos se cruzan a la distancia, pero no siento nada especial. Para mí, él es solo el hermano de mi amiga, alguien más en la multitud de la fiesta.

Alejandro se acerca a Sofía y le entrega el regalo con una sonrisa cálida. Ella lo abraza emocionada, y yo observo la escena con una indiferencia estudiada. Mi atención se desvía de nuevo hacia la conversación que mantenía con mis amigos.

— Alejandro, ella es Katherine —dice Sofía, señalándome—. Kati, él es mi hermano mayor.

— Mucho gusto, Katherine —dice Alejandro, extendiendo su mano.

Al tomar su mano, una corriente eléctrica recorre mi cuerpo, haciéndome soltar su mano de inmediato. "Estática estúpida", pienso mientras trato de mantener la compostura.

— Igualmente —respondo, estrechándole la mano brevemente antes de volver a mi conversación.

Mis amigos, notando mi breve desconcierto, se ríen y comienzan a bromear.

— ¡Vaya, Kati! Parece que la chispa saltó entre ustedes —dice Marta, una de mis amigas.

— Muy graciosa, Marta —respondo con una sonrisa irónica—. Solo fue estática.

— Claro, claro. ¿Y qué te pareció el hermano de Sofía? —pregunta Javier, otro amigo, con una sonrisa maliciosa.

— No sé, Javier. Apenas intercambiamos unas palabras. Además, no estoy interesada en esas cosas ahora.

— Pero es guapo, ¿no? —insiste Marta.

— Supongo, si te gustan los tipos altos y misteriosos —respondo con desdén.

— Vamos, Kati, podrías darle una oportunidad. Nunca se sabe —dice Javier, guiñándome un ojo.

— No estoy aquí para buscar romance, chicos. Solo quiero disfrutar de la fiesta y pasar un buen rato con ustedes.

Durante el resto de la fiesta, noto que Alejandro me observa de vez en cuando, pero decido no prestarle atención. No estoy interesada en entablar una relación con el hermano de mi amiga. Mis prioridades son otras: terminar mis estudios, avanzar en mi carrera como escritora, y disfrutar de mi tiempo en España.

Mientras la música suena y las risas llenan el aire, me doy cuenta de que, a pesar de todo, estoy contenta de estar aquí. La distancia entre Alejandro y yo es palpable, pero no me molesta. Tengo mi propia vida y mis propias metas, y no necesito complicaciones innecesarias.

Finalmente, la fiesta llega a su fin y me despido de todos. Sofía me abraza con fuerza y me agradece por estar siempre a su lado. Mientras me dirijo a la puerta, cruzo una última mirada con Alejandro. Nos miramos en silencio, note una chispa en sus ojos, pero nada en el me llamó la atención a decir verdad.

Salgo de la casa y respiro el aire fresco de la noche. Mis pensamientos vuelven a mis escritos, a mis sueños y a mi futuro en esta nueva tierra que ahora llamo hogar.

Alejandro puede ser algo nuevo, pero por ahora, prefiero mantener mi atención en las cosas que realmente importan.

Hasta el cielo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora