Introducción.

527 37 1
                                    

29 de noviembre de 2021.

Cuando me mudé aquí, hace apenas una semana, me encontraba en el paraíso. El saber que soy libre, que no me ato ni a mi familia— que amo con toda mi corazón— ni a nadie que quiera arruinar mi carrera o poner baches en el camino.

Soy al fin independiente, un ave sin rumbo que esperaba poder estar suelta siempre, y lo logré, o en eso estoy.

Mi madre siempre me dejó hacer todo lo que quisiese, el problema eran mis padres, aunque ya siendo mayor de edad no podían imponer reglas sobre mí. Ellos sí que fueron controladores en la mayor parte de mi vida.

El departamento que conseguí es hermoso, con una buena iluminación y grandes ventanales. Termino de arreglar algunas plantas que he pasado a macetas un poco más pequeñas, donde creo que les sentará mejor.

Hace un tiempo acomodé todos los adornos que traje de mi antigua casa, y admito, me negué a soltar.

Terminé hace dos meses una relación de un año y medio, que para ser sincera no puedo creer cómo no estoy lamentándome en los rincones por eso. Maduré mucho más de lo que esperaba, y es algo de lo que mi madre estuvo orgullosa. Porque casi siempre cuando estaba con él, me imaginaba el día en el que termináramos, y me veía tirada en la cama sin comer. Por suerte no sucedió, debido al apoyo y distracciones que tuve.

Las hojas que veo a través de la ventana tienen un color otoñal que me encanta. Verdaderamente la época en la que los copos de nieve caen y las tormentas se aproximan son mis favoritas. Nací un día que estaba lloviendo, supongo que por eso soy tan adicta a los días lluviosos.

Me estoy mudando en noviembre, porque quiero comenzar el año sola y pasar la navidad igual. Dicen que hay un enorme árbol que se enciende dentro de unos días, bueno, tres semanas. Estoy esperando con ansias ese momento, ya que estamos por terminar este mes y necesito que la víspera de navidad por fin se presente.

Me acerco al gran ventanal que parece que da a otro edificio, donde es evidente el rango social que divide a ambos. Mis padres casi me obligaron a traer dinero y comprarme uno de los mejores departamentos de la ciudad, pero me negué completamente. No quiero depender de ellos, ya estuvieron pagando mis estudios, no puedo pedirles más.

Siguiendo con lo que decía, algunos parecen no tener ninguna cortina con la que puedan separar su espacio personal del resto de personas, o bueno, a esta hora supongo casi nadie lo cierra. El que queda justo frente al mío, con exacta altura pero diferente estructura parece ser de alguien que trabaja y vive allí. Hay millones de luces, un espacio a la derecha totalmente cubierto con telas blancas y sillones que decoran la parte de atrás. Parece el escenario de un fotógrafo que lleva a sus modelos a fotografiarlas a casa. En el de arriba se asoman dos perros adorables que miran sin cesar hacia abajo, donde autos pasan por la avenida. El piso de más abajo sí está cerrado.

Suspirando me alejo, yendo a la cocina, que por cierto está unida a toda la sala de estar, la habitación y un balcón que se encuentra frente a la cama, con sus puertas corredizas abiertas. Agarro un vaso de agua con una manzana antes de salir por la gran puerta de este, donde varias plantas, una mesa y una nota me reciben.

La leo, y me doy cuenta de que es del dueño del edificio dándome la bienvenida y un buen hospedaje. El presente que ha dejado es cordialidad, pero dice que no hay ningún problema con nada y que a través de las paredes nada de oye.

Soy muy fanática de la fruta, por eso no puede faltarme nunca, aunque he de admitir que las verduras no son lo mío. Otra cosa que amo con locura, es el chocolate caliente. Qué delicia. Y más ahora que hemos llegado a la mejor época para disfrutarlo, aunque lo hago siempre.

El Fotógrafo Enigmático.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora