Capítulo dos

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Me levanto con el ruido del timbre, que me está literalmente atomizando desde hace rato aunque he de admitir que no tenía ganas de atender. No pienses en que la persona se va a cansar, porque se pondrá aún más intensa.

Con cara de dormida y los rizos disparatados la abro, sin importarme quién esté del otro lado.

— Buenos días, y lo siento realmente por la hora pero vengo a desearte un gran diciembre. Espero que vengas hoy a la noche— la misma mujer que me he encontrado hace un par de días en el ascensor aparece con una sonrisa en el rostro.

— Eh sí, gracias, igual para ti. ¿Qué hora es?— digo frotándome la cara.

— Seis quince, aunque estoy tocando desde y diez— la sonrisa no se borra de su rostro, y con un gesto falsamente adorable la despido, pegando un grito contra la almohada que me frustra.

Me tiro en la cama, esperando a mágicamente dormirme, pero recuerdo que una vez me despierto el sueño no lo vuelvo a conciliar.

Me cago en todo.

Voy hacia la isla y busco la cafetera para poder hacer café, pero recuerdo que no tengo y no he pasado por la tienda de electrodomésticos. Me siento en el sofá tomando agua en un vaso de cristal azul mientras me como una manzana, mirando hacia el exterior. No lo hago mucho más ya que mi teléfono suena a lo lejos.

— ¿Hola?— digo cuando contesto sin siquiera fijarme quién es.

— Hola, Katherine, soy Lean.

— Eh, hola. ¿Qué sucede?— le pego otro mordisco a la desagradable manzana esperando una respuesta.

— Tengo un problema, grave— frunzo el ceño y cuando nota que no digo nada, continúa—. Heisan se ha despertado, pero no para de vomitar y está prácticamente verde. Estoy seguro de que no es una simple resaca.

— ¿Qué?— me pongo rígida—. ¿Llamaste a una ambulancia?

— No me contestan. ¿Puedes venir a ayudarme mientras preparo el auto para ir hasta el hospital?— miro mi ropa, sabiendo que no tengo tiempo para casi nada.

¿Qué clase de hospitales hay aquí?

— Estoy saliendo para tu apartamento. Mantenlo boca abajo— cuelgo y lo único que hago es ponerme unas pantuflas y una bata en versión saco enrome que me llega hasta los pies.

Salgo atándome las tiras del abrigo sin esperar mucho por el ascensor, ya que por suerte se encuentra abierto. Presiono la planta baja, donde está la recepción y el restaurante. Le escribo a Lean preguntándole su número de apartamento, y cuando lo tengo no dudo en enforcarme en ir más rápido. Cuando estoy en el ascensor de su edificio no dejo de mirar los números pasar hasta que llego a la planta en donde su departamento se encuentra.

Toco varias veces, y Lean no tarda en abrirme dejándome pasar sin prestar mucha atención. Me lleva a donde está Heisan, y no disimulo el asombro al ver su estado. El hombre a mi lado se va, dejándome sola con alguien que parece un muerto viviente.

— Oh, Katheri... ne— suspiro con pesar cuando luego de eso vuelve a vomitar.

— Te dijimos que pararas. ¿No pudiste hacerlo?— me quejo, pero sé que no tengo ningún derecho sobre él.

— Lo siento, no lo haré de nuevo. Te lo juro, mi amor— vuelve a escupir algo mientras sonríe.

— No soy tu amor, Heisan. Déjate de beber así o terminarás en un coma etílico, hasta incluso podrías morir. ¿No recuerdas el pasado?— bufo, ayudándolo.

— Listo— dice Lean, agitado, luego de unos minutos—. Vamos a bajarlo— asiento levantando un poco el cuerpo de Heisan mientras él lo ayuda del otro lado.

El Fotógrafo Enigmático.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora