Capítulo 2: Cristales como sueños

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Anastacia, la de rizos azabache, estando en el bosque escucha su nombre y se asusta, haciendo caer la bola al suelo, rompiendo con el golpe la cúpula cristalina, quedando expuestas esas figurillas de liebre. Tacia, hipnotizada por lo real de las figuras, con cuidado envuelve la bola rota entre sus manos y  nota como una de ellas, inexplicablemente comienza a moverse y la mira a los ojos; es la liebre que lidera la orquesta, la liebre de aspecto parecido a la que estaba persiguiendo. La liebre, al mirar a la niña abre mucho los ojos, entonces sin dejar de mirarla susurra: Has roto el cristal, el hechizo, y si no eres sabia, romperás también tus sueños, puedo decirte que huyas, pero no te diré de quién.
Tacia suelta la bola, cayendo con un golpe brusco al suelo, se vuelve tras de sí, no ve nada fuera de lo normal, nerviosa retrocede unos pasos y observa con cautela la bola rota, de lejos, y ninguna figura se movía,  todas estaban en su lugar y la grisosa liebre mantenía su aspecto sereno de ojos cerrados de antes.
Por el miedo repentino Anastacia echa a correr hasta su casa, sin plantear muchas explicaciones sube hasta su cuarto, dando un portazo tras de sí y recostando su cuerpo contra la puerta, dejándose caer hasta sentarse, cierra los ojos con fuerza y se sususurra con aires de alentarse –Fue un sueño, fue un sueño– repite varias veces.
–No lo fue– siente que le rozan al oído.

El Llanto de las Liebres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora