Capítulo 3: Sorpresas, regalos, secretos

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Aunque fuera de lo normal nada ocurría, Tacia se sentía inquieta constantemente. Después de llegar a casa aquel día, nada sucedió, y ya sea irónico o coincidente, un mes exacto después del día del incidente, fue su cumpleaños, aunque el día no fue tan magnífico como lo esperaba. Su cumpleaños fue pacífico y poco entretenido, si tenemos en cuenta que un dulce de vainilla, un abrazo de su madre y la ruptura de la calefacción fueron los únicos regalos que recibió Anastacia por sus XV años. Su madre es su única familia, nunca conoció a ningún pariente de la madre y esta se comportaba renuente a hablar de su padre.
Luego de las cinco de la tarde, cuando su madre salió de la casa sin dar explicaciones y para el entendimiento de la niña de rizos negros, con aire extraño, recibió una sorpresa algo fuera de su imaginación.
Tocan la puerta mientras ella se preparaba un té de limón, ella pensaba que su madre, estando ya de regreso, y que con la prisa dejó las llaves, sería ella; sin embargo, al abrir la puerta no encontró más que una caja blanca de madera, frente a la alfombra de piel de liebre en el porche.

–¿Hay alguien?– gritó ella y miró a todas partes, ignorando la caja sale y observa hacia todos los lugares cercanos, al no notar nada, entra sin coger la caja.

Sumida en el pensamiento de lo reconfortante de su sala de estar, y atizando continuamente la chimenea, se dio cuenta de que encima de esta había algo que antes no estaba; y era la caja blanca.
Se asustó mucho y buscó a su madre; aún no regresaba, cerró toda la casa y corrió las cortinas. Presa del pánico, cogió la caja y se sentó en el sofá, analizando aquello que tenía.
Era una especie de cofre con hendiduras y guías, y tenía un grabado en la parte inferior de una de las caras, justo encima, se mostraba una especie de puzzle con letras impresas en él, la caja  o se abría, ni mostraba señales de cerrojo. Cuando intentó zarandearla, no emitió sonido alguno, pero le pareció que era inútil el intento de dejar algo en la puerta de alguien, para que fuese algo inservible y vacío.
Angustiada y precavida, no le quedó de otra que analizar el problema e intentar resolverlo, pero no entendía el puzzle, ni su funcionalidad.
¿Presionarlo?¿Eliminar letras?¿Forzar la caja? Todas fallaron, pero la curiosidad es mucho más fuerte.
Se detuvo a mirarlo con atención, e intentaba entender el mensaje,  pero ni siquiera estaba en su idioma:

"Lo más importante para quien te rodea, puede ser lo que te corrompa."

A tantos intentos sin poder lograrlo, se rindió de la caja y la guardó en su cuarto. Esperó pacientemente a que llegara su madre, aún con miedo.

El Llanto de las Liebres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora